Josías con Jeconías y Sealtiel - Luneto de Miguel Ángel

Jeconías – El rey del exilio


Jeconías reinó durante uno de los periodos más oscuros de la historia de Israel. Ascendió al trono luego de la repentina muerte de su padre y en medio de una ciudad sitiada por el ejército de Babilonia y sus aliados. Tuvo que tomar la difícil decisión de rendirse ante Nabucodonosor II, fue deportado con toda su corte y pasó treinta y siete años en prisión. Antes de rendirse, pidió consultar el oráculo de Yahvé con el profeta Jeremías, el cual le trajo como respuesta lo que se conoce como su maldición: ninguno de sus descendientes volvería a sentarse en el trono.

El anuncio del exilio en Babilonia

Isaías dijo a Ezequías: ‘Escucha la palabra de Yahvé: Llega el tiempo en que se llevarán a Babilonia cuanto hay en tu palacio y cuanto atesoraron tus padres hasta el día de hoy. No quedará nada, dice Yahvé. A algunos de tus hijos, salidos de ti, que tú engendraste, se los llevarán para convertirlos en siervos en el palacio del rey de Babilonia’.

2 R 20: 16-18

Durante el reinado del rey Ezequías, a principios del siglo VII a. C, el profeta Isaías anunció una próxima desgracia para el pueblo de Israel. Los descendientes del rey se sucedieron en sus mandatos entre el culto a los dioses paganos y la restauración del culto a Yahvé. Durante el reinado de Joaquín, entre el 609 y el 598 a. C., el rey babilónico Nabucodonosor II emprendió una campaña militar hacia la tierra de Judá.

Los profetas, continuando el anuncio de Isaías, dejaron en claro que Yahvé no toleraría más ofensas:

Yahvé lanzó contra él bandas de caldeos, arameos, moabitas y amonitas; las envió contra Judá para aniquilarla, conforme al oráculo de Yahvé pronunciado por boca de sus siervos los profetas. Esto le ocurrió a Judá por orden de Yahvé, que la echó de su presencia por los pecados cometidos por Manasés, y también por la sangre inocente que había derramado. Inundó Jerusalén de sangre inocente y Yahvé no quiso perdonar.

2 R 24: 2-4

La invasión babilónica

Al momento de la invasión, el rey Joaquín tenía una relación de vasallaje ante el Faraón Necao II. Él había sido nombrado rey de Judá luego de una invasión egipcia que había depuesto a su hermano Joacaz del trono. Nabucodonosor II no sólo inició una campaña contra Judá, sino que había derrotado al Faraón en la ciudad de Carquemis. Entonces, Joaquín inició una relación de vasallaje con el rey babilónico, el nuevo conquistador. Sin embargo, a los tres años, Joaquín formó una alianza con Tiro y Egipto para rebelarse.

La rebelión del rey Joaquín inició un periodo de asedio contra Jerusalén, con incursiones militares de pueblos de la zona. La intención del rey Nabucodonosor II era capturar al rey de Judá y llevarlo a Babilonia, pero hacia el año 598 a. C., Joaquín murió, presumiblemente asesinado.

El breve reinado de Jeconías

Al morir el rey Joaquín, lo sucedió en el trono su hijo Jeconías. El gobierno del nuevo rey fue breve y lleno de dificultades. La ciudad de Jerusalén se encontraba asediada por los ejércitos de babilonia y de los pueblos aliados.

Aunque se sabe que muchas personas del pueblo de Israel le guardaron fidelidad, es probable que su comportamiento como monarca haya sido rechazado por gran parte de la sociedad. Según puede leerse en el Libro Segundo de los Reyes, «hizo lo que Yahvé detesta, igual que había hecho su padre» (2 R 24: 9).

La resistencia ofrecida por el nuevo rey al asedio de Babilonia fue escasa. A los tres meses de su ascenso al trono, Jeconías organizó su rendición, «junto con su madre, sus cortesanos, jefes y eunucos» (2 R 24: 12). En algún momento de este breve tiempo, es probable que el rey haya solicitado al profeta Jeremías que consulte el oráculo de Yahvé, tal como habrían hecho con anterioridad su padre Joaquín y su tío Joacaz.

La respuesta del profeta Jeremías

El profeta Jeremías trajo como respuesta palabras duras para Judá.

Te hablé en tu prosperidad,
pero dijiste: «No oigo».
Tal ha sido tu costumbre desde tu mocedad:
nunca escuchaste mi voz.
A todos tus pastores
los pastoreará el viento,
y tus amantes cautivos irán.
Entonces sí que estarás
avergonzada y confusa
por toda tu malicia.
Tú, que te asentabas en el Líbano,
que anidabas en los cedros,
¡cómo suspirarás
cuando te vengan los dolores,
un trance como de parturienta!

Jr 22: 21-23

Este mensaje dirigido a Judá es claro. Por haber rechazado una y otra vez a Yahvé, especialmente durante el reinado de los últimos reyes, deberá atravesar un camino doloroso para un nuevo nacimiento. Por lo pronto, el pueblo no tiene ninguna esperanza de ser socorrido en la adversidad.

Las palabras que Jeremías transmite al rey son aún más duras. Así comienza la maldición de Jeconías:

Lo juro por mi vida -oráculo de Yahvé-, que aunque fuese Jeconías, el hijo de Joaquín, rey de Judá, un sello en mi mano diestra, de allí lo arrancaría.

Jr 22: 24

El oráculo dirige también a Jeconías la expresión «estéril, un fracasado en la vida» (Jr 22: 30), haciéndola extensiva a toda su rama genealógica de descendientes. Ya ningún nuevo descendiente del linaje de Salomón ocuparía el trono de David.

Destino de Jeconías

Jeconías fue llevado prisionero a Babilonia. Jerusalén fue saqueada y Matanías, tío de Jeconías, fue nombrado como nuevo rey de Judá bajo el nombre de Sedecías. Éste, en medio de un reinado difícil, cedió a las presiones por establecer una alianza militar con Egipto para derrotar al rey babilónico. Este movimiento finalizó con la caída de la monarquía en el año 587 a. C. y la destrucción del palacio real y del Primer Templo de Jerusalén.

Así fue deportado Judá, lejos de su tierra. Éste es el número de los deportados por Nabucodonosor. El año séptimo: 3023 de Judá; el año dieciocho del Nabucodonosor fueron llevadas de Jerusalén 832 personas; el año veintitrés de Nabucodonosor, Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a 754 de Judá. En total: 4600 personas.

Jr 52: 27 – 30

A pesar de los dolores que debería enfrentar el pueblo de Israel, Jeremías también dejó un mensaje de esperanza. El profeta habló de una redención por medio de un nuevo descendiente de la casa de David: un Germen justo. Con su llegada, el Señor reuniría a sus ovejas dispersas por toda la tierra para hacerlas volver a sus pastos.

La maldición de Jeconías y la redención por David

En la historia bíblica, las adversidades suelen ir a acompañadas de una firme esperanza en la misericordia de Yahvé. El Salmo 86 lo llama «Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera, lleno de amor y fidelidad» (Sal 86: 15). Sin embargo, a veces las equivocaciones de los hombres los apartan de Dios de tal manera que el retorno parece imposible.

En el periodo previo a la destrucción del palacio real y del Primer Templo de Jerusalén, el rey Sedecías mandó a consultar al profeta Jeremías sobre su futura suerte. La respuesta que recibió fue desesperanzadora.

No cobréis ánimos pensando: ‘Seguro que los caldeos terminarán por dejarnos y se marcharán’, porque no se marcharán. Antes bien, aunque hubieseis derrotado a todo el ejército de los caldeos que os atacan y les quedaran sólo hombres heridos, se levantaría cada cual en su tienda e incendiarían esta ciudad.

Jr 36: 9-10

El pueblo de Israel y sus reyes se habían alejado de Yahvé durante generaciones. Del rey Manasés, bisabuelo de Jeconías, se dice en el Libro Segundo de los Reyes que «derramó tanta sangre inocente que inundó Jerusalén de punta a punta» (2 R 21: 16). Este rey había actuado de manera particularmente ofensiva contra Yahvé, atacando su culto y reemplazándolo por el de dioses paganos. Excepto Josías, los sucesores no siguieron los caminos del Dios de Israel.

Para el reinado de Jeconías, Jeremías anunció que ya no habría forma de revertir los acontecimientos profetizados por Isaías. Sin embargo, dejó unas palabras de esperanza. El exilio sería una dura experiencia para todos, pero Israel algún día vería la gloria de Yahvé manifestada en el nacimiento de un Germen justo en la Casa de David.

El texto bíblico

Usualmente, cuando se habla de la maldición de Jeconías, no se mencionan las palabras de esperanza que siguen a continuación en el libro de Jeremías. Cuando el pueblo de Israel volviera a Yahvé, Él estaría esperándolos con su misericordia.

Maldición de Jeconías

Yo te pondré en manos de los que quieren tu muerte, y en manos de los que te atemorizan: en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de los caldeos. Te arrojaré a ti y a la madre que te engendró a otra tierra donde no habéis nacido, y allí moriréis. Pero a la tierra a donde anhelan volver, no volverán.

¿Es algún trasto despreciable, roto,
este individuo, Jeconías?;
¿quizá un objeto sin interés?
¿Por qué ha sido expulsado,
junto con su prole,
y arrojados a una tierra
que no conocían?
¡Tierra, tierra, tierra!,
escucha la palabra de Yahvé.
Esto dice Yahvé:
Inscribid a este hombre: ‘Estéril,
un fracasado en la vida’;
porque ninguno de su descendencia
tendrá la suerte
de sentarse en el trono de David
y de ser jamás señor en Judá.

Jr 22: 25-30

Redención por la casa de David

¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! -oráculo de Yahvé-. Pues esto dice Yahvé, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mis ovejas, las expulsasteis y no las atendisteis. Pues voy a pediros cuentas por vuestras malas obras -oráculo de Yahvé-. Yo recogeré el resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las dispersé, las hará tornar a sus pastos, criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna -oráculo de Yahvé-.

Mirad que vienen días
-oráculo de Yahvé-
en que suscitaré a David
un Germen justo:
reinará un rey prudente,
practicará el derecho
y la justicia en la tierra.
En sus días estará a salvo Judá,
e Israel vivirá en seguro;
y éste es el nombre con que le llamarán:
‘Yahvé, justicia nuestra’.

(Jr 23: 1- 6)

El perdón del rey Jeconías

Al morir Nabudonosor II, en el año 562 a. C., ascendió al trono su hijo. El nuevo rey se llamaba Amil-Marduk, nombre que significa «hombre del dios Marduk». En la biblia es nombrado como Evil Merodac, cambiando el significado por «el necio de Merodac».

Evil Merodac entabló una amistad con Jeconías, quien llevaba treinta y siete años prisionero desde su deportación. El hijo de Nabucodonosor II sintió compasión por el antiguo monarca de Judá, ahora con 55 años, y lo liberó de prisión en ocasión de su ceremonia de asunción al trono. Además, le dio un lugar de privilegio entre los reyes deportados.

Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia. Jeconías se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre en la mesa del rey, todos los días de su vida. Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey de Babilonia, día tras día, hasta el día de su muerte, todos los días de su vida.

Jr 52: 32- 34

Se dice que Evil Merodac gobernó sin ley y de manera desenfrenada. Su reinado caótico marcó el inicio de una guerra de poder que llevaría a la descomposición y caída de Babilonia. El rey fue asesinado por su cuñado Nergal-Sarezer, quien se apropió del trono en el año 560 a. C. según algunas versiones de la historia. Para Flavio Josefo, en su obra Contra Apión, el asesinato ocurrió en realidad en el año dieciséis del reinado de Evil Merodac, es decir, en el 546 a. C.

Muerte de Jeconías

No hay datos históricos sobre cuánto tiempo vivió Jeconías luego de ser liberado de prisión a los 55 años. El relato bíblico sostiene que se sentó a la mesa del rey todos los días de su vida. Se podría pensar que hasta la caída de Babilonia en el año 539 a. C. en manos del Imperio Persa, los reyes deportados gozaron de todos las atenciones concedidas en ocasión de sus respectivas liberaciones. Pero es más difícil suponer que Jeconías se habría sentado a la mesa de Nergal-Sarezer.

Sería razonable afirmar que el antiguo rey de Judá vivió entre dos y dieciséis años más luego de su liberación. Su muerte habría ocurrido pacíficamente en algún momento entre sus 57 y 71 años de edad.

Levantamiento de la maldición

Se ha discutido mucho en torno a la maldición de Jeconías y sus implicancias en la línea genealógica del Mesías. Gran parte del judaísmo rechaza a Jesús de Narazeth como Mesías, argumentando que Jeconías es un ascendiente en su genealogía.

Para un sector minoritario del judaísmo, esta cuestión queda salvada a partir del nacimiento a través de la virgen María. Desde esta interpretación, Jesús desciende de la Casa de David por la línea de María, que no incluye a Jeconías.

Existe una posibilidad pocas veces considerada y es que la maldición sobre Jeconías haya sido levantada por misericordia de Dios. Este planteo surge de un análisis de tres aspectos que conforman la maldición. Los revisaremos a continuación.

Esterilidad de Jeconías

Si bien la palabra «estéril» puede interpretarse como una alusión simbólica a la línea genealógica de Jeconías, que ya no daría ningún fruto real, la tradición judía también ha interpretado que el rey de Judá no tendría hijos efectivamente. En este sentido, no habría una descendencia para sentarse en el trono.

Si se mantiene la interpretación de que Jeconías no debería haber tenido hijos, la solución más evidente es que, después de su liberación, este aspecto de la maldición fue levantado. Efectivamente, en el Libro Primero de las Crónicas leemos: «Hijos de Jeconías, el cautivo: Sealtiel, Malquirán, Pedayan, Senasar, Yecamías, Hosamá, Nedabías» (1 Cro 3: 17-19).

Imposibilidad de progreso

La interpretación de este aspecto pone el énfasis en que, según la maldición, Jeconías sería un fracasado en su vida. Esto elimina la posibilidad de cualquier progreso.

Pero Jeconías, luego de los 37 años de encierro, prosperó rápidamente. Fue tratado con una dignidad mayor a la de los demás reyes deportados a Babilonia. El rey Amil-Marduk le aseguró la alimentación de por vida y lo invitó siempre a sentarse a su mesa.

Sólo queda interpretar que el fracaso se refiere únicamente a la posibilidad de reinar o que este aspecto de la maldición también ha sido levantado.

Descendencia vedada del trono

En el Yalkut Yosef, escrito por el Rabino Ovadia Yosef para la comunidad sefardí, se explica que Joaquín (Jeconías) no dejó la prisión hasta haber alcanzado un arrepentimiento completo, luego de lo cual Dios perdonó sus pecados y le concedió la gracia de ser padre.

Los sabios judíos de la antigüedad entendían que, con el arrepentimiento, la maldición de esterilidad sobre Jeconías había sido levantada. Además, se interpreta que nunca perdieron la esperanza de que toda la maldición entera fuera retirada por Yahvé.

El hecho de que el Libro Primero de las Crónicas sólo registre la descendencia de Zorobabel, nieto de Jeconías, indicaría que nunca hubo expectativas de que el Mesías naciera por fuera del linaje de Salomón. A pesar de la maldición, la línea genealógica de los descendientes de Zorobabel fue registrada hasta los tiempos de la destrucción del Segundo Templo.

Dios es tanto justo como misericordioso. Cuando existe un arrepentimiento sincero, Él perdona los pecados de una persona. El pueblo de Israel experimentó muchas veces en su historia el alejamiento de Dios, pero también su perdón y salvación. Jeconías pudo haber mostrado un profundo arrepentimiento en todos sus años de encierro y, a causa de eso, haber obtenido un gran perdón.

El Germen Justo prometido

Jeconías no volvió a reinar sobre Judá luego de su liberación. Sin embargo, encontró perdón y consuelo durante los últimos años de su vida. Fue tratado con la dignidad de un rey, aunque depuesto. Sus descendientes jamás se sentaron en el trono.

El pueblo de Israel afrontó, en esos años, uno de los momentos más difíciles de su historia. El exilio fue doloroso tanto para los deportados como para los que permanecieron en Judá. Sólo podrían regresar tras la conquista persa. Mientras tanto, debieron aceptar la caída de la Casa de David y la destrucción del Primer Templo.

Sin embargo, en medio del dolor, el pueblo escogido por Dios mantuvo la esperanza y fue consolado por los profetas. Al terminar el exilio, Zorobabel, posiblemente nieto de Jeconías, jugaría un rol protagónico en la restauración del judaísmo y la fundación del Segundo Templo de Jerusalén. La promesa del Germen justo se mantenía firme y los hijos de Israel vivirían una fuerte renovación de su fe. La nueva era transcurriría entre gobiernos extranjeros y la esperanza de la llegada del Mesías.

Pues esto dice Yahvé: No le faltará a David quien se siente en el trono de la Casa de Israel; y a los sacerdotes levíticos no les faltará quien en presencia mía ofrezca holocaustos y queme incienso de oblación y haga sacrificio cada día.

Jr 33: 17-18

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