El Bautismo de Jesús en el Jordán por Juan el Bautista es relatado en los tres evangelios sinópticos y es el primer misterio luminoso del Rosario. Este episodio da inicio a la vida pública de Jesús y tiene un gran significado teológico. Veámoslo a continuación.
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Juan el Bautista
Unos pasajes antes del relato del bautismo de Jesús, los evangelios nos cuentan sobre la prédica de Juan el Bautista. Allí se menciona que personas de distintas partes de Israel acudían al Jordán para hacerse bautizar por Juan.
Su bautismo se hacía tras la confesión de los pecados y su prédica exhortaba a quienes lo escuchaban a cambiar su modo de obrar. Los bautizados debían arrepentirse y convertirse.
Si bien el bautismo de Juan tomaba elementos del rito de inmersión propio de la tradición judía, tenía claras distinciones. A diferencia de los judíos, que realizaban la inmersión cada vez que necesitaban purificarse, el bautismo de Juan era único.
Además, el discurso de Juan tenía un carácter escatológico, ya que anunciaba a quien vendría después de él a diferenciar el trigo de la paja.
Yo os bautizo con agua en señal de conversión, pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Mateo 3 11
Con su prédica, Juan el Bautista prepara el terreno para la venida de alguien que es superior a él: el Mesías.
Jesús se presenta ante Juan
Por entonces se presentó Jesús, que venía de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él.
Mateo 3 13
El relato de Mateo indica que Jesús se trasladó desde Galilea hasta el Río Jordán. Unos pasajes antes, el evangelista cuenta que Juan bautizaba allí a gente que acudía de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán. Jesús, conociendo la actividad de Juan, decide deliberadamente ir allí para ser bautizado por él.
Jesús se acerca a Juan entre quienes quieren arrepentirse y buscan el perdón de los pecados. Juan no lo comprende y le pregunta:
«Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú donde mí?» Jesús le respondió: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia».
Mateo 3 14-15
Jesús, que no necesita ser bautizado, entiende que el acto del bautismo por parte de Juan tiene un significado mayor. Este momento refleja la aceptación y obediencia por parte Jesús de la voluntad del Padre. Es necesario que esto se realice para cumplir con el plan de salvación de Dios. En este episodio, vemos que la obediencia del Hijo se expresa ya desde el inicio de su vida pública, así como lo hará sobre el final.
Éste es mi Hijo amado
Finalmente, Jesús se sumerge en las aguas del Río Jordán y recibe el bautismo por parte de Juan.
En esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi hijo amado, en quien me complazco».
Mateo 3 16-17
Este acto es considerado una Epifanía -al igual que la visita de los Magos de Oriente y las Bodas de Caná- ya que en ella Jesús se manifiesta como Mesías y como el Hijo de Dios.
Las palabras que se escuchan en este episodio «Éste es mi hijo amado, en quien me complazco» remiten al Canto primero del Siervo de Yahvé de Isaías. El canto comienza de la siguiente manera:
Éste es mi siervo a quien yo sostengo,
Isaías 42 1
mi elegido en quien me complazco.
El texto del profeta presenta al Siervo como el elegido de Dios que ha sido destinado para ser alianza del pueblo y luz de las naciones. Por esto, se ha interpretado que Jesús es el Siervo anunciado por Isaías y que el bautismo es el inicio de la misión que Dios le ha encomendado.
Además de ser la manifestación de Jesús como el Hijo de Dios, el episodio del bautismo es una manifestación trinitaria. Jesús es anunciado como Hijo por el Padre y el Espíritu Santo desciende sobre Él. En el inicio de la vida pública de Jesús, los primeros pasos de la Nueva Alianza, la Santísima Trinidad se hace presente.
Conclusión
Antes de comenzar su vida de prédica y enseñanza, Jesús asiste al río Jordán para ser bautizado por Juan. El hecho marca el inicio de la vida pública de Jesús y anticipa la misión a la que ha sido enviado el Hijo.
Desde el inicio, es importante para Jesús cumplir con toda justicia, es decir, con la voluntad de su Padre. Aunque no tiene pecado, Jesús se deja contar entre los pecadores que asisten a recibir el perdón de los pecados. Quien no necesita reconciliarse con Dios, lo hace por todos los demás que sí lo necesitan. De esta misma forma, se presenta como el Cordero de Dios, que se sacrificará por los pecados de la humanidad.
La inmersión en las aguas simboliza y anticipa la purificación de de los pecados que Jesús realizará en la Cruz. El bautismo de Jesús es una prefiguración de su sacrificio en la Cruz.