Origen del bautismo cristiano

El origen del bautismo cristiano


El bautismo cristiano fue instituido por Jesús tempranamente durante su ministerio. Sin embargo, no está clara la forma en que esto ocurrió, ya que sólo han llegado hasta nosotros unas breves referencias. En esta publicación, las repasamos en detalle.

La institución del bautismo cristiano

La práctica del bautismo no era una completa novedad en la Judea del tiempo de Jesús. La purificación regular y autoadministrada, mediante inmersión en agua, tenía una larga historia y estaba muy extendida. Lo novedoso parece haber sido el tipo de inmersión administrada por Juan el Bautista, que se hacía una única vez para el renacimiento a una nueva vida. El bautizado se acercaba arrepentido de sus pecados, era sumergido en el agua por Juan y al emerger estaba preparado para recibir el perdón.

Mediante su bautismo, Juan anunciaba al que iba a venir a recoger el trigo y separar la paja, quien bautizaría en Espíritu Santo y fuego, es decir, mediante la intervención soberana de Dios. Jesús se presentó a sus apóstoles, y también ante Juan, como Aquel que iba a venir, el Mesías de Israel. Al terminar su misión, encomendó a sus discípulos bautizar a las personas en su nombre.

Los evangelios sinópticos recogen el mandato de predicar el evangelio y bautizar a los que crean, pero no hacen mención a prácticas bautismales durante el ministerio de Jesús. En cambio, el Evangelio de Juan afirma explícitamente que Jesús y sus discípulos bautizaban.

Los primeros bautismos cristianos

Según relata el evangelista Juan, los primeros bautismos fueron realizados durante el ministerio público de Jesús.

Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, a Juan y le dijeron: “Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, está bautizando y todos van donde él”. Juan respondió: “Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo”.

Jn 3:25-27

El evangelio no da detalles específicos sobre el modo en que Jesús realizó los primeros bautismos cristianos, pero da a entender que los discípulos de Juan el Bautista lo veían como un rito de purificación similar al de su maestro. Juan responde destacando su lugar como Precursor, diciendo «es necesario que Él crezca y yo disminuya» (Jn 3:30). En la respuesta de Juan, está implícita la idea de que Jesús traería el bautismo definitivo, por el agua y el Espíritu, lo que ya se había anunciado un poco antes (Jn 3: 5-8) en la conversación con Nicodemo.

Respondió Jesús:

«En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del Espíritu es espíritu. No te asombres de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu»

Jn 3: 5-8

La diferenciación del bautismo cristiano

Nosotros ya hemos muerto al pecado; ¿cómo vamos a seguir entonces viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte?

Por medio del bautismo fuimos, pues, sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.

Rom 6: 2-4

San Pablo expresa el sentido que el bautismo adquirió prontamente en la Iglesia primitiva, luego de la Resurrección de Jesús. El bautismo es la crucifixión del hombre viejo para morir al pecado (Rom 6: 6-7) y adquirir una nueva vida en Dios (Rom 6:8-11). En la primera Carta a los Corintios, el apóstol presenta al bautismo como el sacramento de la justificación y santificación en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de Dios (1 Cor 6: 11).

El sentido del bautismo en la Iglesia primitiva representa ya el sentido del sacramento del bautismo en la Iglesia Católica. ¿Pero cuál era el sentido del bautismo administrado durante el ministerio de Jesús, antes de su muerte y resurrección?

Etapas en la institución del bautismo cristiano

El primer acto de institución del sacramento del bautismo es el mismo acto con el cual Jesús inició su ministerio: su bautismo en el río Jordán. Jesús hace propia la simbología de la inmersión de Juan el Bautista y representa ante todos su muerte al orden del pecado y su entrega total a una vida en Dios. Para la teología cristiana, además, esta representación es una prefiguración de su Muerte y Resurrección.

Si el bautismo de Jesús era visto por los discípulos de Juan como igual al de su maestro, es posible que también representara el fin de la vida sometida al pecado y un nuevo nacimiento. Este sentido habría precedido y prefigurado al sentido que adquirió en la Iglesia primitiva, asociado a la Crucifixión, Muerte y Resurrección en Cristo. En esta etapa, quienes aceptaban las enseñanzas de Jesús y deseaban abrirse a una nueva vida en el Espíritu de Dios, realizaban un ritual de inmersión similar al que ya conocían por el Bautista. La venida del Espíritu Santo fue la promesa hecha por Jesús a todos sus seguidores, es decir, a todos quienes habían creído y habían aceptado ser bautizados.

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús inauguró la etapa final de institución del bautismo. Aquí, la Iglesia primitiva comprendió el significado pleno del sacramento y estableció las formas en que debía ser administrado, siguiendo el mandato de Jesús de ir a bautizar a todas las personas. Estas formas pueden variar en el tiempo y el espacio, pero la naturaleza del sacramento permanece fiel a la transmitida por los primeros cristianos.

El bautismo de los discípulos

Una pregunta frecuente de los cristianos es si Jesús mismo bautizaba a sus discípulos. El pasaje ya citado del Evangelio de Juan parece sugerirlo. Sin embargo, poco más adelante, aparece una aclaración que dice que no lo hacía directamente.

Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos-, abandonó Judea y volvió a Galilea.

Jn 4: 1-3

Algunos académicos piensan que la aclaración no pertenece al evangelio de Juan, sino a un comentarista posterior que consideró oportuno agregarla. Más allá de la cuestión de su autoría, podemos preguntarnos si existen testimonios independientes que apoyen la aclaración.

Un fragmento sobreviviente de una carta de Evodio, sucesor de Pedro en Antioquía, se refiere explícitamente al bautismo de los discípulos. Dicho fragmento ha llegado hasta nosotros citado en el Tomo II de la Historia Eclesiástica de Nicéforo Calixto.

Además, Evodio, que fue el sucesor de los Apóstoles, escribe así en los Comentarios, y especialmente en la epístola titulada Luz:

«Jesucristo con sus propias manos bautizó tan solo a San Pedro, luego San Pedro bautizó a San Andrés y a los hijos de Zebedeo, quienes consecutivamente lavaron al resto de los Apóstoles en agua bautismal.
Pero San Pedro y San Juan, llamado el Teólogo, bautizaron a los demás discípulos, que eran setenta.»

Nicéforo II, iii.

En el Leimonarion, libro compuesto por el monje Juan Moschos cerca del año 620 en Jerusalén, se dice que Clemente de Alejandría escribió, en una obra ya perdida, que Cristo bautizó a Pedro, Pedro a Andrés, Andrés a Santiago y Juan y estos últimos al resto de los apóstoles.

Sofronio, un discípulo de Moschos, agregó a lo dicho por su maestro que Juan y Pedro se encargaron de bautizar a la Madre de Dios, una afirmación que sólo vuelve a encontrarse en el fragmento II de la Crónica de Hipólito de Tebas.

El bautismo en la Iglesia primitiva

La Iglesia entendió desde un principio que el bautismo lavaba los pecados y hacía nacer al bautizado a una vida nueva en Cristo (Rom 6:2-4; Hch 2:38; Hch 22:16; Tito 3:5). Luego de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el sentido de muerte al pecado y renacimiento en Dios se vio fortalecido por el sacrificio de la Cruz.

Hechos de los Apóstoles contiene algunas breves referencias a situaciones del bautismo que permiten hacerse una idea del modo en que la Iglesia primitiva procedió en la implementación del sacramento.

Inmersión e imposición de manos

La primera mención a la práctica del bautismo en Hechos de los Apóstoles ocurre luego del discurso que Pedro da en Pentecostés. El día del nacimiento de la Iglesia, 3000 personas se convirtieron ante la exhortación de Pedro a bautizarse.

Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados y para que recibáis el don del Espíritu Santo».

Hch 2:38

Las palabras de Pedro enuncian tres características importantes asociadas al bautismo: conversión, perdón de los pecados y recepción del Espíritu Santo. Sin embargo, unos capítulos más adelante se afirma que el Espíritu se otorga luego de la inmersión con una imposición de manos. Cuando el autor relata que los hombres y mujeres de Samaría se bautizaban en el nombre de Jesucristo por la prédica del apóstol Felipe, también dice:

Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Hch 8:14-17

Esta naturaleza doble del sacramento del bautismo es lo que dio origen al sacramento de la Confirmación.

El bautismo en el nombre de Jesucristo

Un elemento que llama la atención en los Hechos de los Apóstoles es que el bautismo es realizado en el nombre del Señor Jesús. Esto parece contradecir el mandato que Jesús da en Mateo de bautizar con una fórmula trinitaria.

Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…

Mt 28:19

Algunos académicos gustan de imaginar que la fórmula trinitaria presente en Mateo es una interpolación tardía al texto. Esta posibilidad es mínima, ya que la literatura patrística atestigua el uso de la fórmula trinitaria desde el siglo I. La Didaché o Enseñanza de los Apóstoles, escrito de mediados del siglo I, explica el procedimiento del bautismo realizado por la Iglesia en el siglo I y éste incluye ya la fórmula trinitaria.

En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.

Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en (agua) fría, (bautiza) en caliente. Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes.

Didaché VII

Como solución, se ha propuesto que la fórmula «en el Nombre de Jesucristo» se tomara como válida siempre y cuando la fe aceptada por el converso fuera trinitaria. En este sentido, Hechos de los Apóstoles estaría reflejando una práctica más antigua de la Iglesia, pronto reemplazada por la fórmula trinitaria para evitar confusiones.

También se ha propuesto que los apóstoles bautizaron siempre en la fórmula trinitaria y que «en el nombre de Jesucristo» fue una forma que encontró el autor de Hechos para no escribir la fórmula completa cada vez. Si tenemos en cuenta que la Didaché y los Hechos de los Apóstoles son escritos contemporáneos, esta explicación es la más probable.

El agua bautismal

En el pasaje citado de la Didaché, se indica que el bautismo debía realizarse preferentemente en agua viva, es decir, en agua corriente. Esta era una exigencia habitual en ciertos contextos judíos, pero el texto destaca que lo importante no es tanto el agua como el sacramento. En caso de no contar con fuentes de agua corriente para hacer el ritual, es posible también realizarlo derramando tres veces agua sobre la cabeza del bautizando mientras se invoca la fórmula trinitaria.

Esta descripción de la Didaché está en consonancia con el modo en que Felipe bautizó al eunuco etíope, según la versión conservada en el Códice Beza.

Conforme iban bajando por el camino, llegaron a un lugar con agua, y el eunuco dijo: «¡Mira!, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?»

Él le dijo: «Si crees con todo tu corazón, es factible».

Él respondió diciendo: «Creo que el Hijo de Dios es Jesús, el Mesías». Y ordenó que pararan la carroza y ambos descendieron en el agua, tanto Felipe como el eunuco, y lo bautizó. Cuando subieron fuera del agua, el Espíritu Santo irrumpió sobre el eunuco.

D 05 Hch 8: 36-39a. En: Rius-Camps (2012). Lucas. Demostración a Teófilo. Evangelio y Hechos de los Apóstoles según el Códice Beza, 515.517, Fragmenta Editorial

Bautismo de familias enteras

El carcelero pidió luz, entró de un salto y se arrojó tembloroso a los pies de Pablo y Silas. Los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás junto con tu familia». Y anunciaron la palabra del Señor a él y todos los de su casa. En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas. Inmediatamente, recibieron el bautismo él y todos los suyos.

Hch 16:29-33

El bautismo de familias enteras parece haber sido una costumbre en la Iglesia primitiva. En el pasaje citado, Pablo y Silas afirman al carcelero, jefe de una familia, que puede obtener su salvación y la de los suyos mediante la fe en el Señor Jesús y el bautismo. En Hechos 16:15 se dice que, por la fe de Lidia de Tiatira, fueron bautizados ella y toda su familia. Pablo asegura haber bautizado a la familia de Estéfanas (1 Cor 1: 16) ¿Incluía esto el bautismo de niños?

«Todos los suyos» y «toda su familia» son expresiones que dan entender, tomadas literalmente, que el bautismo incluyó también a los niños de la casa. Muchos, especialmente los autores relacionados con el protestantismo, prefieren interpretar que «todos» incluye solamente a los que creyeron en el evangelio. Sin embargo, Hechos suele utilizar expresiones como «todos los que creyeron» para esos casos. Los Padres de la Iglesia transmitieron que los apóstoles solían administrar el bautismo incluso a niños.

Desarrollo posterior del bautismo cristiano

Desde el tiempo de los apóstoles, el sacramento del bautismo no ha presentado variaciones en su esencia, aunque sí en su forma de implementación. La inmersión en ríos dio lugar a la creación de baptisterios y el bautismo por ablución o derramamiento fue ganando un lugar cada vez mayor.

En la primera mitad del siglo II, Justino Mártir hizo una descripción del bautismo que resulta familiar a cualquier cristiano en la actualidad.

Todos los que estuvieren convencidos de que son verdaderas las cosas que enseñamos y decimos y así lo creyesen y se considerasen con fuerza para vivir de esta manera, éstos aprendan a orar y a pedir a Dios por medio del ayuno el perdón de sus pecados anteriores, mientras nosotros rogamos y ayunamos juntamente con ellos.

Después son conducidos por nosotros a un lugar donde hay agua, y allí son regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros. Porque entonces reciben el lavatorio por el agua en el nombre del Padre de todos y del Señor Dios y Salvador, nuestro Jesucristo, y del Espíritu Santo.

Justino Mártir. Apología primera. Cap. 61

A la imposición de las manos que acompañaba al bautismo inicialmente se añadió la unción con óleo perfumado o crisma. Este sacramento, que forma parte de la doble naturaleza del bautismo, fue llamado en Oriente Crismación y era administrado por los obispos. En Occidente, la Crismación fue llamada Confirmación, para destacar que la unción confirma el bautismo y el robustecimiento de la gracia bautismal.

Foto de portada por Jan Smith – Flickr: Jesus’ baptism site, River Jordan., CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=13306056

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