Juan el Bautista

¿Quién era Juan el Bautista?


Juan el Bautista es una figura central del cristianismo. Es presentado por los evangelistas como el Precursor del Mesías y como el último Profeta antes del anuncio del Reino de Dios. El papel que desempeñó este predicador judío en relación a Jesús es objeto de amplio debate en círculos académicos y religiosos. Te invitamos a recorrer la información contenida en los evangelios y en otros escritos.

Familia de Juan el Bautista

Según dice el evangelio de Lucas, Juan el Bautista era hijo de un sacerdote llamado Zacarías y de Isabel, una pariente de María de Nazaret. Esta es la única información familiar provista en el Nuevo Testamento.

Por fuera de los textos sagrados, la Crónica de Hipólito de Tebas (siglo VII) explicita las relaciones de parentesco de María con Isabel. El fragmento se recoge en el Tomo II de la Historia Eclesiástica de Nicéforo Calixto (aunque atribuido erróneamente a Hipólito de Roma).

Hipólito escribe que José, el carpintero, estuvo casado con una Salomé, con la cual tuvo 4 hijos varones y 2 mujeres, los que aparecen en los evangelios como hermanos de Jesús. Salomé era hija de Ageo, hermano de Zacarías. Ageo y Zacarías eran los hijos del sacerdote Baraquías.

El autor señala que no debe confundirse a la primera esposa de José con la otra Salomé, la comadrona encargada de los partos en Belén. Esta última era la prima hermana de Isabel, esposa de Zacarías, y de María, la madre de Jesús.

Porque había tres mujeres de Belén, hijas del sacerdote Matán y de María, su esposa, durante el reinado de Cleopatra, y Sapor de Persia [¿Pacoro I?], antes de que Herodes, hijo de Antípatro, fue establecido rey de Judea.

La primera de las tres se llamaba María; la segunda, Sobe; la tercera, Ana. María, la primera de ellas, se casó y se mantuvo en la ciudad de Belén, y engendró a Salomé, la partera. La segunda, Sobe, también se casó en la ciudad de Belén, donde tuvo una hija, llamada Isabel. Ana, la tercera, se casó finalmente en la tierra de Galilea, y de ella nació María, la madre de Dios, de la que se nos dio a Cristo, que es la misma Verdad. De modo que la comadrona Salomé, Isabel y la madre de Dios eran primas hermanas, hijas de las tres hermanas.

No obstante, se dice que San Juan Bautista y Jesucristo, nuestro verdadero Dios, son primos hermanos. En cuanto a Jesucristo, se dice que es hijo de José porque era hermano de sus hijos, tanto porque lo crio junto con sus hijos, como porque era de la familia de Ageo, hermano del sacerdote Zacarías, hijo de Baraquías.

Hipólito de Tebas. Citado en Nicéforo II, iii.
Árbol genealógico de la familia de Juan el Bautista según San Hipólito
Árbol genealógico de la familia de Juan el Bautista según Hipólito

Según lo expuesto, Juan el Bautista era primo hermano de Salomé, la madre de los hermanos de Jesús. La relación de parentesco con Jesús era más lejana. A pesar de que se los llamara primos hermanos, habrían sido realmente primos segundos. De todas formas, si tenemos en cuenta el sistema de parentesco hebreo, la palabra que mejor describe la relación familiar de Juan y Jesús es «parientes».

No es posible juzgar la veracidad de las relaciones de parentesco registradas por Hipólito, ya que no se dispone de información acerca de sus fuentes. Un aspecto importante a tener en cuenta es que no se han encontrado referencias al parentesco de Salomé y Zacarías anteriores al siglo VII. El parentesco entre Juan y Jesús está avalado por el evangelio de Lucas, pero las familias de José y Zacarías podrían no haber estado relacionadas.

La vida en el desierto

El niño crecía y su espíritu se fortalecía, y vivió en lugares inhóspitos hasta el día de su manifestación a Israel.

Lc 1:80

En el evangelio de Lucas solamente hay una breve mención al periodo de crianza de Juan el Bautista. Se dice que vivió ἐν ταῖς ἐρήμοις («en los desiertos»), expresión que a veces es traducida por «lugares inhóspitos» o «lugares solitarios». En este caso, lo más probable es que el evangelista se esté refiriendo al desierto de Judea, el lugar donde Juan comenzó a proclamar su anuncio.

Lucas no aclara desde cuándo comenzó Juan a vivir en el desierto, ni si hubo algún acontecimiento que lo alejara del estilo de crianza propio de un futuro sacerdote. Juan era descendiente de Aarón y tenía reservado su lugar como kohen. El Protoevangelio de Santiago afirma que Isabel huyó a las montañas cuando Herodes ordenó la matanza de los inocentes y que Zacarías murió en el Templo tratando de ocultar la ubicación de Juan a los enviados del rey. Pero es difícil creer que los relatos de los evangelios apócrifos aporten información confiable.

Algunos académicos, basándose en algunas similitudes entre la prédica de Juan el Bautista y la filosofía de los esenios, han propuesto que Juan fue entregado para ser criado a una comunidad esenia. Flavio Josefo, en La guerra de los judíos, informa que esto era una práctica común en el Israel del siglo I.

Ellos no aceptan el matrimonio, pero adoptan los hijos de otros, cuando aún están en una edad apropiada para captar sus enseñanzas, se comportan con ellos como si de hijos suyos se tratara y les adaptan a sus propias costumbres. No desaprueban el matrimonio ni su correspondiente procreación, pero no se fían del libertinaje de las mujeres y están seguros de que ninguna de ellas es fiel a un solo hombre.

Flavio Josefo. La guerra de los judíos, Libro II.121

En el versículo citado, Lucas aporta un segundo elemento informativo: Juan vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación (ἀναδείξεως / anadeixeos) a Israel. La palabra ἀναδείξεως hace referencia a la proclamación de alguien como escogido para ejercer un oficio público. Juan el Bautista debía presentarse en el Templo a la edad de 30 años, según lo indica la ley de Moisés, para ofrecer su servicio sacerdotal. Este destino era reservado a todos los kohanim, por quienes no se pagaba el rescate de los primogénitos.

Se desconoce si Juan el Bautista hizo su presentación como kohen, pero Lucas indica que eligió ese momento para comenzar a proclamar su mensaje en el desierto. Jesús también comenzaría su ministerio a la misma edad.

Vestimenta y alimentación de Juan el Bautista

El evangelista Marcos escribe que «Juan llevaba un vestido de piel de camello, y se alimentaba de langostas y miel silvestre» (Mc 1: 6). Mateo 3:4 agrega que también usaba un cinturón de cuero alrededor de su cintura.

Según los evangelistas Mateo y Lucas (Mt 11:8 y Lc 7:25), Jesús se refirió en un discurso al modo poco elegante en que Juan vestía.

¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? Pero sabed que los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes.

Mt 11: 8

Una descripción similar sobre la vestimenta de Juan el Bautista se encuentra en el texto eslavo de La guerra de los judíos de Flavio Josefo. Si bien muchos especialistas asumen que se trata de una interpolación realizada por un copista cristiano, llama la atención la ausencia de características que permitan sostener esa afirmación.

En aquel tiempo, cierto hombre iba por Judea, vestido con ropas extrañas. Llevaba pelo de animales en las partes de su cuerpo que no estaban cubiertas por su propio pelo. Y era de aspecto salvaje.

Leeming, H. & Leeming, K. (2003). Josephus’ Jewish War and its slavonic version, p. 248, Brill, Boston (traducción nuestra del inglés).

En la misma obra, también pueden encontrarse pasajes relativos a la alimentación del Bautista.

Algunos se burlaron de sus palabras, otros las creyeron. Y cuando fue llevado ante Arquelao y se reunieron los expertos de la Ley, le preguntaron quién era y dónde había estado hasta entonces. En respuesta dijo: «Soy un hombre. Donde el espíritu divino me lleva, me alimento de las raíces de las cañas y de los brotes de los árboles».

Leeming, H. & Leeming, K. (2003). Josephus’ Jewish War and its slavonic version, p. 248, Brill, Boston (traducción nuestra del inglés).

Y más adelante:

Su carácter era extraño y su forma de vida no era la de un ser humano, pues vivía como un espíritu sin carne. Su boca no conocía el pan, ni siquiera probaba el pan ácimo de la Pascua, diciendo que era en recuerdo de Dios, quien había liberado al pueblo de la servidumbre, que se le había dado de comer para escapar, ya que el viaje era urgente. No dejaba que el vino y los licores fermentados se acercaran a él. Y detestaba el consumo de toda carne animal. Y denunciaba toda injusticia. Y para sus necesidades disponía de brotes de árboles.

Leeming, H. & Leeming, K. (2003). Josephus’ Jewish War and its slavonic version, p. 259, Brill, Boston (traducción nuestra del inglés).

En el evangelio de Lucas, Jesús también aparece diciendo que Juan no comía pan ni tomaba vino.

Porque resulta que ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: «Está endemoniado». Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores».

Lc 7:33-34

¿Respetaba Juan un juramento esenio de alimentación?

La peculiar vestimenta de Juan el Bautista y su estricta alimentación parecen ser datos sólidos sobre sus costumbres. Si se tiene en cuenta que pudo haber sido criado en una comunidad esenia, es posible que se haya visto obligado a respetar un juramento.

Sabemos, por Flavio Josefo, que los miembros expulsados de la comunidad no rompían sus juramentos. Es de suponer que tampoco lo hicieran los miembros que la abandonaban voluntariamente.

Muchas veces el individuo expulsado acaba con una muerte miserable, pues a causa de sus juramentos y de sus costumbres no puede ni siquiera recibir comida de la gente ajena a la secta. Así, alimentado de hierbas, muere con su cuerpo consumido por el hambre. Por ello, se compadecieron de muchos de ellos y volvieron a acogerlos cuando iban a expirar, ya que creían que la tortura de haber estado a punto de morir era suficiente castigo por sus pecados.

Flavio Josefo. La guerra de los judíos. Libro II.144-145

La alimentación de Juan el Bautista podría corresponder a la de un miembro esenio que, por algún motivo no especificado, abandonó su comunidad. Sin embargo, esta inferencia, aunque se muestre natural, podría ser completamente errónea. Los esenios no eran los únicos judíos que observaban un riguroso código de vestimenta y alimentación. Juan podría haber formado parte de un fenómeno religioso más amplio.

Flavio Josefo, en su obra autobiográfica Vida, relata que pasó tres años en el desierto, en compañía de un hombre que seguía costumbres similares a las de Juan el Bautista.

Cuando supe que un hombre llamado Bano vivía en el desierto, se cubría solamente con lo que crecía en los árboles, se alimentaba con lo que brotaba espontáneamente de la tierra, y se bañaba a menudo, de día y de noche en agua fría, para preservar la castidad, imité su forma de vida. Y pasé en su compañía tres años; cuando cumplí mis deseos volví a la ciudad.

Flavio Josefo. Vida, 2.11-12

La prédica de Juan el Bautista

La prédica de Juan el Bautista se basa en la inminente ira de Dios sobre Israel y la exhortación a los judíos a convertirse. El profeta advierte que el hacha está ya preparada para dar su golpe y la raíz de los árboles ya ha sido descubierta. Todos los que hayan dado buenos frutos serán salvados y los que no, arrojados al fuego.

Entre los oyentes del Bautista se encontraban judíos piadosos. Mateo 3:7 nombra a «muchos fariseos y saduceos». Lucas 3:7 habla de «muchedumbres» y agrega, en los versículos siguientes, que también acudían recaudadores de impuestos y soldados.

Decía, pues, a la gente que acudía para que les bautizara: “¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, más bien, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en vuestro interior: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios puede de estas piedras dar hijos a Abrahán.

Lc 3:7

El mensaje hacia el pueblo de Israel era particularmente duro: de nada les iba a servir ser los descendientes de Abraham. El golpe estaba pronto a venir y sólo quedaba la opción de un arrepentimiento sincero y la vuelta hacia Dios. Juan el Bautista anunciaba que, tras de él, venía uno mucho más poderoso, quien tenía en sus manos el poder de recoger el trigo y quemar la paja.

Exhortaciones morales

Hacer exhortaciones morales era una práctica común de los predicadores judíos del siglo I . De los cuatro evangelistas, solamente Lucas se detiene sobre esta cuestión y explicita algunas reglas morales dadas por Juan.

La gente le preguntaba: “Entonces, ¿qué debemos hacer?” Él les respondía: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo”. Vinieron también publicanos a bautizarse, que le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?” Él les respondió: “No exijáis más de lo que os está fijado”. Le preguntaron también unos soldados: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Él les contestó: “No hagáis extorsión a nadie; no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada (salario)”.

Lc 3: 10-14

El historiador Flavio Josefo, al hablar de Juan el Bautista, da a entender también que impartía una enseñanza moral a quienes iban a bautizarse con él. Debido a la importancia de la mención de Josefo, citamos la traducción crítica realizada por John Meier en base a la revisión del texto básico de la edición de Louis H. Feldman.

§ 116 Pero algunos judíos creían que el ejército de Herodes fue destruido por Dios: realmente, en justo castigo de Dios [a Herodes] para vengar lo que él había hecho a Juan, llamado «el Bautista». 

§ 117 Porque Herodes lo mató, aunque [Juan] era un buen hombre y [simplemente] invitaba a los judíos a participar del bautismo, con tal de que estuviesen cultivando la virtud y practicando la justicia entre ellos y la piedad con respecto a Dios…

Flavio Josefo. Citado en: Meier, J. P. (1999). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico II: Juan y Jesús. El reino de Dios, Cap. 12, I. Verbo Divino.

El contexto de la mención de Josefo a Juan el Bautista es la derrota de Herodes Antipas en la guerra contra el rey nabateo Aretas IV. El historiador refleja el sentimiento de la gente con respecto a la ejecución de Juan que, a pesar de haber transcurrido 5 o 6 años atrás, nadie había olvidado. Esto indica que el impacto de su prédica fue grande entre el pueblo de Israel, al menos lo suficiente para ser mencionado como causa de la derrota de un rey.

Josefo destaca el aspecto de enseñanza moral que tuvo la enseñanza de Juan el Bautista, que imponía a los judíos, como condición para el bautismo, la práctica de la virtud y de la justicia entre ellos.

El que había de venir

Con buen fundamento, los académicos que han estudiado el tema se inclinan a pensar que Juan no sabía exactamente quién era el que había de venir. Aunque algunos han propuesto que Juan podría haber estado esperando en realidad a Elías o algún Profeta, no es imposible pensar que confiara en la llegada de un Mesías. Pero, según algunos pasajes de los evangelios, Juan no sabía que era Jesús.

Si bien no conocemos las circunstancias de la crianza del Bautista en el desierto, el evangelio de Juan permite pensar que no había llegado a conocer a su pariente Jesús. En el momento en que se le revela al Bautista que Jesús es el Mesías, sus palabras son: «Yo no le conocía» (Jn 1:31). Mateo 11:3 y Lucas 7:19 reflejan las dudas de Juan acerca de si Jesús era la persona sobre la que había estado predicando: «¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?»

Más allá de no conocer al que había de venir, Juan anunciaba claramente su función.

Como la gente estaba expectante y andaban todos pensando para sus adentros acerca de Juan, si no sería él el Cristo, declaró Juan a todos: “Yo os bautizo con agua. Pero está a punto de llegar alguien que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para aventar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga”.

Lc 3: 15-17

El bautismo de Juan

Si bien las prácticas de inmersión en agua para la purificación del cuerpo estaban muy extendidas entre los judíos del siglo I, Juan realizó una innovación que le valió el sobrenombre de «Bautista». Mientras la inmersión tradicional era auto-administrada y podía realizarse varías veces al día, la inmersión que proponía Juan era solamente administrada por él y es posible que se recibiera una única vez.

El bautismo de Juan es presentado por Marcos y Lucas como un «bautismo de conversión para perdón de los pecados» (Mc 1:4 y Lc 3:3). La expresión utilizada en griego es «βάπτισμα μετανοίας εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν», que literalmente significa «bautismo de cambio de mente para alejarse de los errores». Pedro utiliza palabras similares en Hechos 2:38 para hablar del bautismo en nombre de Jesús.

Pedro les dijo: Arrepentíos (μετανοήσατε), y bautícense (βαπτισθήτω) cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados (εἰς ἄφεσιν τῶν ἁμαρτιῶν ὑμῶν); y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hch 2: 38

La traducción correcta de «βάπτισμα μετανοίας εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν» ha suscitado muchas discusiones. Por un lado, si se considera que el bautismo de Juan consistía en un cambio de disposición mental para mantenerse alejado de los errores, habría que suponer que el bautismo que plantea Pedro, en términos similares, también lo era. Por otra parte, si el bautismo mencionado por Pedro era para el perdón de los pecados, entonces no hay motivo para suponer que el de Juan no lo haya sido.

No nos extenderemos sobre los complejos detalles de la traducción. En cambio, seguiremos las observaciones de Meier sobre este asunto, basadas en una lectura contextual de estos versículos.

Bautismo de arrepentimiento…

Juan el Bautista, al predicar sobre la inminente llegada de la ira de Dios, también exhortaba a los judíos a convertirse. Lucas 3:8 y Mateo 3:8 registran la misma expresión: «Dad, más bien, fruto digno / frutos dignos de conversión» (ποιήσατε οὖν καρπὸν ἄξιον / καρποὺς ἀξίους τῆς μετανοίας).

El arrepentimiento y la conversión eran un requisito previo para el bautismo. Esto es lo que se sugiere cuando Juan espeta «¡raza de víboras!» a sus oyentes, posiblemente considerados judíos de bien. De nada les servirá ser hijos de Abraham si no se arrepienten de corazón y hacen un cambio de disposición para recibir el bautismo.

Mateo 3:6 afirma que los pecados eran confesados antes de recibir el bautismo, es decir, que la inmersión se hacía una vez alcanzada la conversión por un verdadero arrepentimiento. Lo mismo afirma Flavio Josefo en la continuación del pasaje ya citado.

§ 117 …Pues [sólo] así, en opinión de Juan, el bautismo [que él administraba] sería realmente aceptable [para Dios], es decir, si lo empleaban para obtener, no perdón por algunos pecados, sino más bien la purificación de sus cuerpos, dado que [se daba por supuesto que] sus almas ya habían sido purificadas por la justicia. 

Flavio Josefo. Citado en: Meier, J. P. (1999). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico II: Juan y Jesús. El reino de Dios, Cap. 12, I. Verbo Divino.

…para perdón de los pecados

Josefo parece contradecir a los evangelistas cuando dice que Juan daba validez a su bautismo siempre que se usara para obtener, no el perdón por algunos pecados, sino la purificación del cuerpo. Esto indica que, al menos para Josefo, no se trataba de un modo de obtener el perdón, sino de purificar el cuerpo luego de una purificación del alma. Entonces, se vuelve necesario precisar qué entendían Marcos y Lucas por «bautismo de conversión para perdón de los pecados».

Ya hemos indicado las discusiones suscitadas alrededor de la expresión «para perdón de los pecados». Algunos autores han planteado la posibilidad de que esta forma de referirse al bautismo de Juan esté basada en la concepción posterior del bautismo cristiano.

Meier argumenta que la expresión probablemente describe al bautismo de Juan, tal como era concebido por él mismo. Decir que su objetivo era el perdón de los pecados genera problemas teológicos relacionados con el bautismo Jesús, quien no había tenido pecados de los que arrepentirse. Por este motivo, para los apóstoles habría sido más conveniente no utilizar la frase. Si lo hicieron, es porque probablemente proviene del propio Juan.

¿Pero qué significa este perdón de los pecados? ¿Juan administraba alguna especie de sacramento? ¿o los judíos se convertían y bautizaban para ser perdonados en el día de la ira de Dios? Meier brinda una respuesta esclarecedora.

Juan nunca se presentó como el objeto principal de su proclamación. Éste se centraba en el castigo inminente, del que los pecadores israelitas sólo podrían librarse mediante el arrepentimiento y un bautismo orientado hacia la efusión del espíritu santo por el «más fuerte».

Lo esencial de la imagen de ese futuro «bautismo» con espíritu santo es que, en consonancia con las imágenes utilizadas por los profetas veterotestamentarios, asimilaba el espíritu a un agua que purificaría y daría vida. Si el bautismo de Juan confería el perdón de los pecados hic et nunc, es lógico preguntarse qué podía hacer luego el «más fuerte» con su bautismo de espíritu.

¿Tendría sentido el énfasis de Juan en su propia inferioridad con respecto al «más fuerte» y en la inferioridad del bautismo de agua con respecto al bautismo de espíritu, si el primero ya realizaba un acto salvífico clave, el perdón de los pecados? El indigno de desatar las sandalias al «más fuerte» robaría a éste el protagonismo.

Por eso creo más probable que Juan viese su bautismo 1) como una expresión del arrepentimiento del candidato y de su compromiso a emprender una nueva vida, y 2) como un acto simbólico que proclamaba, anticipaba y aseguraba la purificación del pecado que, por medio del «más fuerte», el espíritu santo llevaría a cabo el último día, cuando fuese derramado como agua sobre el pecador arrepentido.

Meier, J. P. (1999). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico II: Juan y Jesús. El reino de Dios, Cap. 12, III, C. Verbo Divino.

La relación entre Juan el Bautista y Jesús

Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: “Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos”.

Mt 3: 1-2

En la presentación que realiza Mateo, la prédica de Juan el Bautista sobre la próxima ira divina se equipara con la llegada del Reino de los Cielos. Esto refleja la visión que los primeros cristianos tuvieron sobre Juan: él fue el Precursor del Mesías (Mc 1:2-3; Mt 3:1-3; Lc 1:76-77 y 3:4-6; Jn 1:15 y 1:19-24).

En los relatos del bautismo de los evangelios sinópticos, Juan reconoce a Jesús como el Mesías que había de venir. Los evangelistas describen cómo el Espíritu desciende sobre él y una voz del cielo proclama: «Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco» (Mc 1: 10-11; Mt 3:16-17; Lc 3:21-22). Aunque se ha visto tradicionalmente a esta teofanía como una experiencia religiosa del propio Jesús, e incluso de Juan, el consenso académico se inclina por considerar que es una reconstrucción a través del modelo de los midrashim judíos.

Los temas centrales del bautismo -el amor de Dios Padre por su Hijo y la poderosa actividad del Espíritu- acompañaron a Jesús durante su ministerio. Resultaría natural para los evangelistas utilizarlos para componer una escena que evocara algunas referencias veterotestamentarias (Is 11:2, 42:1 y 61:1; Sal 2:7; Ez 1:1).

Entonces, ¿Juan nunca reconoció a Jesús como Mesías? ¿Fue Jesús solamente un discípulo de Juan?

Mesías o discípulo

En un sentido amplio, Jesús se volvió discípulo de Juan al aceptar tanto su prédica como su bautismo. En un sentido estricto, Jesús no puede considerarse uno de los discípulos de Juan, ya que parece no haber pasado mucho tiempo junto a él. La mayor parte de la gente que acudía a bautizarse no adquiría un compromiso de seguir al profeta, sino que volvía a su casa con su familia. Algunos autores, Meier incluido, consideran que Jesús podría haber hecho un breve discipulado junto al Bautista, pero que pronto tomó su propio rumbo.

Ciertas interpretaciones proponen que Jesús decidió separarse de su Maestro Juan para fundar su propio movimiento, pero no tienen ningún sustento en los textos. Los evangelistas no transmiten una imagen de ruptura entre Jesús y Juan. Incluso presentan a Jesús hablando bien de Juan, diciendo que es el más grande entre los nacidos de mujer (Lucas 7:28).

Sobre la posibilidad de que Juan haya reconocido a Jesús como Mesías, sólo contamos con las afirmaciones de los evangelios. Flavio Josefo no relaciona explícitamente a Juan con Jesús, aunque esto no es de extrañar, dada la particular aversión que Josefo sentía por el nazareno.

Como ya hemos señalado, los evangelistas están de acuerdo en afirmar que Juan no sabía que Jesús era el Mesías sobre el que él estaba predicando. Poco antes de su ejecución, desde la cárcel, mandó a sus discípulos a preguntarle si no habría que esperar a otro. Sin embargo, de esto no puede deducirse que Juan no haya reconocido a Jesús como Mesías. Es posible pensar que realmente lo reconoció, aunque haya manifestado sus dudas.

Los evangelios recogen un discurso de Jesús en que él mismo reconoce a Juan como el Precursor.

Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Desde luego que sí, y más que un profeta. De éste es de quien está escrito:

Voy a enviar a mi mensajero delante de ti,
que preparará por delante tu camino.»

Lc 7: 24-27

Arresto y ejecución de Juan el Bautista

§118 Y cuando los otros [esto es, los judíos corrientes] se reunieron [en torno a Juan], como su excitación llegaba al punto de la fiebre al escuchar [sus] palabras, Herodes empezó a temer que la gran capacidad de Juan para persuadir a la gente podría conducir a algún tipo de revuelta, ya que ellos parecían susceptibles de hacer cualquier cosa que él aconsejase. Por eso [Herodes] decidió eliminar a Juan adelantándose a atacar antes de que él encendiese una rebelión. Herodes consideró esto mejor que esperar a que la situación cambiara y [luego] lamentarse [de su tardanza en reaccionar] cuando estuviera sumido en una crisis. 

§119 Y así, a causa del recelo de Herodes, Juan fue llevado en cadenas a Maqueronte, la fortaleza de montaña antes mencionada, allí se le dio muerte. Pero los judíos opinaban que el ejército fue destruido para vengar a Juan, en el deseo de Dios de castigar a Herodes.

Josefo, Flavio. Citado en: Meyer, J. (1999) Un judío marginal, Cap. Tomo II, Cap. 12, I. Ed. Verbo Divino.

Mientras Juan atrajo hacia sí a los judios piadosos de Israel, Herodes no vio un problema en su prédica. Pero cuando comenzó a despertar el interés y el entusiasmo de los otros judíos (tal vez los cobradores de impuestos y soldados nombrados por Lucas, así como otros judíos no pertenecientes a las clases medias y altas), Herodes comenzó a prestar atención a lo que sucedía. En esta cita de Josefo, la ejecución del Bautista se atribuye al temor del rey a que el entusiasmo generado terminara en una revuelta contra los romanos, como ya había ocurrido con anterioridad.

Los evangelios, así como el texto de la versión eslava de La guerra de los judíos, dicen que el conflicto que detonó el encarcelamiento de Juan fue la recriminación a Herodes por haberse casado con Herodías, la mujer de su hermano, llamado Filipo. Esa afirmación está en contradicción con lo afirmado por Josefo en las Antigüedades judías, quien dice que el esposo de Herodías era llamado Herodes. Se ha propuesto que el nombre completo del hermano podría haber sido Herodes Filipo, pero muchos historiadores desconfían de esta solución.

El núcleo central de la muerte de Juan el Bautista, en el que todos los relatos coinciden, es que fue encarcelado y ejecutado por Herodes. Según lo que dan a entender los evangelios, el hecho ocurrió poco tiempo después de iniciado el ministerio de Jesús.

Palabras finales

La mayor parte de la información existente sobre Juan el Bautista proviene de los evangelios, presentada desde el punto de vista de la teología cristiana. No disponemos de documentos redactados por sus propios discípulos para establecer una comparación entre su ministerio y el de Jesús.

En general, hemos intentado basarnos en los pasajes de menor carga teológica y de mayor aceptación académica, según la aplicación que hace Meier de los criterios de historicidad. Sin embargo, hemos hecho algunas excepciones. Del discutido texto eslavo de Josefo, tomamos material que nos pareció adecuado para reforzar la descripción de la vestimenta y ropa del Bautista. De Nicéforo Calixto, tomamos la cita de Hipólito. Aunque no es posible determinar la veracidad de la información aportada por este autor, nos pareció adecuado poner a consideración del lector el único árbol genealógico que hemos podido encontrar sobre la familias de Juan y Jesús.

La imagen general que transmitimos sobre Juan el Bautista está lejos de ser completa. Es posible que algunos datos hayan sobreestimados o subestimados. Aún así, esperamos que el lector pueda hacerse una idea aproximada sobre quién era este importante predicador judío del siglo I.

Desde el punto de vista de los evangelistas, Juan reconoció que Jesús era el Mesías sobre el que había estado predicando en el desierto, aunque lo hizo con algunas dudas. Así lo entiende actualmente el cristianismo, para el que Juan es el Precursor que proclamó en el desierto la llegada del Reino de Dios.

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