Profecías mesiánicas

Las profecías mesiánicas


Las profecías mesiánicas han acompañado al pueblo de Israel desde sus inicios. Los libros de la Torah parecen registrar, en algunos de sus pasajes, la esperanza de la llegada del enviado de Dios. En los tiempos de David, el Mesías fue una revelación del propio Yahvé y, luego del exilio en Babilonia, los profetas no dejaron de anunciar su llegada. Te invitamos a hacer un recorrido por las profecías mesiánicas desde Abraham a la Anunciación.

Las antiguas figuras del Mesías

En la cultura judía, a veces se consideraba que algunos acontecimientos actuaban como oráculos de Yahvé. El Dios de Abraham podía manifestarse y transmitir sus mensajes de varias maneras. El cumplimiento inmediato de una profecía, a veces, era leído como parcial y se consideraba que detrás se escondía el anuncio de un cumplimiento futuro de mayor importancia. Este el caso que debe considerarse para las antiguas figuras del Mesías.

Profecías mesiánicas por resonancia

La resonancia de los acontecimientos o de las palabras implica que las profecías pueden trascender su contexto histórico inmediato. Actualmente, se dice que una de las características generales de los mensajes proféticos es su falta de perspectiva histórica. Si se acepta el sentido profético trascendental de algunos acontecimientos, las siguientes pueden ser interpretadas como profecías mesiánicas.

El cetro de Judá

En relación a Jacob, hijo de Isaac, llamado Israel, encontramos una de las figuras más tempranas relacionadas con el Mesías. Jacob era nieto de Abraham e hijo de Isaac. Al primero, Dios le prometió que todos los pueblos de la tierra se bendecirían por él y que sallaría su Alianza eterna con los descendientes de Isaac.

Jacob tuvo doce hijos que dieron nacimiento a doce líneas de descendencia, conocidas como las doce tribus de Israel. En ocasión de la revelación de un oráculo, Jacob reunió a sus hijos para hablarles de su futuro. A Judá y a sus descendientes dirigió las siguientes palabras.

No se irá cetro de mano de Judá,
bastón de mando de entre sus piernas,
hasta que venga el que le pertenece,
y al que harán homenaje los pueblos.

Gn 49: 10

Estas palabras han sido interpretadas muchas veces como un anuncio temprano del Mesías de Israel, de una manera similar al encuentro de Abraham con Melquisedec. En ellas, se anuncia la llegada de alguien superior que tomará el cetro y el bastón de la casa de Judá y al que todos los pueblos homenajearán. El cetro y el bastón hacen referencia al papel central que jugaría la tribu de Judá en el gobierno de la descendencia de Israel. Pero habría de llegar un verdadero dueño del poder que llevaría la bendición a todos los pueblos de la tierra.

La estrella de Jacob

Vemos otra figura temprana del Mesías en el Libro de los Números. Allí se cuenta cómo, en ocasión de la llegada de Israel a la tierra prometida, el rey de Moab se encuentra preocupado y llama al profeta Balaán. El oráculo de Balaán anuncia al rey que será despojado de su territorio.

Lo veo, aunque no para ahora,
lo diviso, pero no de cerca:
de Jacob avanza una estrella,
un cetro surge de Israel.

Nm 24: 17

Las palabras de este oráculo, si bien tienen un sentido inmediato con respecto a la consulta del rey, han estado rodeadas de un halo de trascendencia en la historia judía. En la figura de la estrella de Jacob se ha visto una de las profecías mesiánicas más antiguas.

Una profecía explícita en el Deuteronomio

Según consta en el Deuteronomio, Moisés dejó una referencia clara acerca de la llegada de un nuevo enviado. Éste sería considerado profeta en un sentido similar a como el pueblo lo consideraba a él mismo.

Yahvé tu Dios te suscitará, de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo: a él escucharéis.

Dt 18: 15

No todos estarían de acuerdo en incluir este pasaje dentro del conjunto de las profecías mesiánicas, aunque es utilizado por el apóstol Pedro en ese sentido. Él lo cita para anunciar el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham en la persona de Jesús, quien fue resucitado por el Padre para el provecho del pueblo de Israel y de todos los pueblos de la tierra.

Moisés efectivamente dijo: El señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga. Todo el que no escuche a ese profeta, será excluido del pueblo. Y todos los profetas que hablaron a partir de Samuel anunciaron también estos días.

Hch 3: 22-24

Las profecías mesiánicas desde Samuel en adelante

El profeta Samuel jugó un papel importante en el nacimiento de la monarquía en Israel. Hasta entonces, el pueblo había sido gobernado por jueces. En ocasión de su vejez, y ante el mal gobierno de sus hijos, que lo habían sucedido, los ancianos se reunieron y le reclamaron un rey como el de otras naciones.

El Libro de Samuel cuenta cómo éste ungió primero a Saúl como rey. Sin embargo, por su desobediencia ante Yahvé, el profeta recibió la orden de ungir a David, un pastor de Belén. De este modo, la casa de Judá ascendería al trono.

La unción de David abrió una nueva etapa en la historia de Israel, en la que la figura del Mesías adquiriría un protagonismo creciente. Cuando David se consolidó como rey de Israel, tuvo la intención de construir una casa para el arca de Yahvé, guardada hasta el momento en una tienda de lona. Sin embargo, Dios se manifestó por medio del profeta Natán para hacerle una promesa de una casa eterna al rey.

La promesa de Yahvé a David

“Así habla Yahvé Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. He estado contigo dondequiera has ido, te he quitado de delante a todos tus enemigos y voy a concederte un nombre ilustre, como de los grandes personajes de la tierra. Fijaré un lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré allí para que more en él. No será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndolo como antes, como cuando instituí jueces en mi pueblo Israel. Y te concederé paz con todos sus enemigos. Yahvé te anuncia que Él te edificará una casa. Y cuando tu vida llegue a su límite y te acuestes con tus padres, confirmaré después de ti a la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. (El constituirá una casa mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre). Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si se portal mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl, a quien quité de mi vista. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti; tu trono estará firme, eternamente”.

2 S 7: 8-16

Esta profecía, si bien fue interpretada por David como referida a su hijo Salomón, sucesor en el trono, tuvo un alcance más amplio en la tradición. La promesa de un reino eterno puede relacionarse con una de las visiones que David escribió en el Salmo 110. En este salmo, se anuncia la venida de un Mesías Juez y Sacerdote Eterno, del que se esperaba que fuera un descendiente lejano del rey.

Las profecías mesiánicas en los salmos

El Libro de los Salmos, también conocido como Alabanzas o Salterio, contiene poesías religiosas que acompañaban las experiencias que el pueblo de Israel tenía con Yahvé. Éste incluye himnos, alabanzas, súplicas, alusiones a la vida de la realeza o a la ciudad de Jerusalén, entre otros géneros.

Dentro del conjunto de poesías de los salmos, se destacan algunas que anuncian figuras del Mesías y tienen un sentido profético. Muchas de estas poesías fueron escritas por el rey David. A él se atribuye la autoría de, al menos, 73 salmos. Entre los más importantes, ya hemos nombrado el Salmo 110 sobre el Mesías Juez y Sacerdote Eterno.

Los salmos que hacen alusión al Mesías son conocidos como salmos mesiánicos. No hay acuerdo sobre su definición ni sobre su número exacto. Como criterio general, se ha propuesto que deben contener una referencia directa al Mesías o ser utilizados en el Nuevo Testamento como una anticipación de Cristo.

Lista de salmos

Con estos criterios, se podría proponer una lista tentativa de estos salmos relacionados, de una u otra manera, con las profecías mesiánicas.

Salmo 2.
El drama mesiánico
Este salmo presenta al Ungido de Yahvé como instrumento de Salvación. Yahvé le dice «Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado. Si me lo pides, te daré en herencia las naciones».
Salmo 8.
Poder del nombre divino
Las palabras dirigidas a Yahvé por el salmista rezan: «Tú que asientas tu majestad sobre los cielos, por boca de chiquillos, de niños de pecho, cimientas un baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes». El sentido profético de estas palabras es atribuido por Jesús en ocasión de ser reconocido por unos niños, delante de sacerdotes y escribas, como hijo de David. (Mt. 21: 15-16)
Salmo 16.
Yahvé, la parte de mi herencia
Este es uno de los salmos mesiánicos en sentido fuerte. Suele interpretarse como una figura de la futura resurrección. Yahvé aconseja a su siervo, día y noche, y éste nunca vacila porque Dios está a su derecha apoyándolo. Sobre el final del salmo, se expresa la esperanza de no ser abandonado en el Seol y de gozar de dicha perpetua a la derecha de Dios.
Salmo 22. Sufrimiento y esperanza del justo«¡Dios mío, Díos mío! ¿Por qué me has abandonado?» dice el inicio de este salmo que Jesús rezó antes de expirar. Expresa las palabras dolorosas del siervo en su hora más alejada de Yahvé, sujeto al sufrimiento del mundo. Pero también expresa la esperanza de la gloria por venir.
Salmo 40.
Acción de gracias.
Pedido de ayuda
Este salmo es una invocación de alabanza a Yahvé, que incluye unos versos que fueron interpretados por la tradición cristiana (Heb. 10: 5-10) como pertenecientes al Mesías que cumple la voluntad de Dios, a pesar de los sufrimientos que vive.
Salmo 41.
Oración de un enfermo abandonado
En este salmo de David, la interpretación cristiana ve una anticipación del sufrimiento de Cristo y de la traición de Judas. En particular se consideran estos versos: «Los que me odian se juntan a difamarme, me achacan la desgracia que me aqueja: ‘Un mal diabólico se abate sobre él, ahora que se ha acostado, no se levantará’. Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, mi compañero de mesa, me ha traicionado».
Salmo 45.
El Rey-Esposo
Algunos han visto en este salmo únicamente un canto para las bodas de un rey israelita. Sin embargo, en las tradiciones judía y cristiana, fue interpretado como el anuncio de los desposorios del Rey Mesías con Israel. Para el cristianismo, Israel debe entenderse aquí como figura de la Iglesia.
Salmo 69.
Lamentación
Esta lamentación trata dos temas principales: el hundimiento en las aguas del abismo y el grito de angustia del fiel a Yahvé, el celo por su Casa. Se considera que es un salmo mesiánico debido a la utilización que se hace de estas palabras en el Nuevo Testamento (Jn 15: 25 y Jn 2: 17).
Salmo 72.
El Rey prometido
Tanto la tradición judía como la cristiana vieron en este salmo, originalmente dedicado a Salomón, una figuración anticipada del Mesías.
Salmo 89.
Himno y oración al Dios fiel
Este salmo incluye un oráculo en su interior que recuerda la promesa hecha por Dios a David sobre el reino eterno de su casa. El mensaje del oráculo se relaciona estrechamente con el mensaje del Salmo 110.
Salmo 91.
Bajo las alas divinas
Este salmo puede ser interpretado como mesiánico en la tradición cristiana, ya que sus palabras se aplican a Jesús en medio de la tentación en desierto. Allí son citadas las palabras de Sal 91: 11-12: «Él ordenará a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos. Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie».
Salmo 110. Sacerdote, Rey y JuezLa visión profética de David en este salmo habla de un elegido de Dios, destinado a ser Juez, Rey y Sacerdote Eterno según el orden de Melquisedec. Es una de las alusiones más claras al Mesías y reinterpreta el oráculo dirigido a David por el profeta Natán.
Salmo 118.
En la fiesta de las Tiendas
Las palabras proféticas de este salmo han sido ampliamente citadas en la literatura cristiana en referencia a Cristo como nuevo Templo: «La piedra que desecharon los albañiles se ha convertido en la piedra angular; esto ha sido obra de Yahvé, nos ha parecido un milagro. ¡Éste es el día que hizo Yahvé, exultemos y gocémonos en él!».

El anuncio del Día del Señor

El profeta Abdías escribió una profecía relacionada con el advenimiento del Día de Yahvé, en la que se anuncia que la casa de Jacob será el fuego y la casa de José, la llama. Ambas devorarán a la estopa de la casa de Esaú. Estas denominaciones se refieren al Reino de Judá, al Reino de Israel del Norte y al pueblo semítico de los edomitas o idumeos, respectivamente.

No hay seguridad sobre la fecha en que el libro de Abdías fue escrito, pero lo más probable es que su autor haya existido alrededor del siglo IX a. C. En ese siglo, bajo el reinado de Joram, quinto rey de Judá, la ciudad de Jerusalén fue saqueada por filisteos y árabes.

El Reino de Judá y el Reino de Israel del Norte fueron el resultado de la división del Reino Unificado de Israel luego de la muerte de Salomón. El pueblo edomita, descendiente de los nabateos, se había independizado temprano en la historia. En esta profecía, se dice que, al llegar el Día de Yahvé, los idumeos serían sometidos a Israel.

La profecía de Abdías y su interpretación

¡Sí, como bebisteis vosotros
sobre mi santo monte,
beberán sin cesar todas las naciones,
beberán relamiéndose
y desaparecerán sin dejar huella.
Pero en el monte de Sión sobrevivirá un resto
que será santo,
y la casa de Jacob recobrará sus posesiones.
La casa de Jacob será el fuego,
la casa de José la llama,
y la casa de Esaú la estopa:
lo abrasarán hasta consumirlo,
y no le quedará un superviviente
a la casa de Esaú.
¡Lo ha dicho Yahvé!

Ab 1: 16-18

Luego de que los Macabeos tomaran el control sobre Jerusalén y formaran el Estado independiente de Judá en el 150 a.C., anexaron los territorios de Jordania, Samaria, Galilea e Idumea, apoyados por Roma. El pueblo de Esaú, tal como anunció la profecía de Abdías, fue incorporado definitivamente a Judea con la conquista de Pompeyo sobre el pueblo judío en el 63 a.C. A partir de entonces, la dinastía idumea de Herodes gobernaría sobre el nuevo territorio unificado.

Al iniciar el gobierno de Herodes el Grande en el año 37 a.C., aún quedaba una parte de esta profecía sin cumplirse: la recuperación de sus posesiones por parte de la casa de Judá. Era esperable que el tiempo del Mesías se acercara.

El anuncio del Día de del Señor en el Reino de Israel

Poco antes del 740 a.C., Amós, pastor y profeta del Reino del Norte, anunció el fin del Reino de Israel. Como profeta, amonestó al pueblo por alejarse de Yahvé, criticó la inmoralidad de las élites y la introducción de cultos paganos. Además de anunciar que Yahvé disolvería el reino a causa de sus muchos pecados, dejó una dura advertencia sobre el Día del Señor.

¡Ay de los que ansían el Día de Yahvé!
¿Qué creéis que es el Día de Yahvé?
¡Es tinieblas, que no luz!
Como cuando uno huye del león
y se topa con un oso,
o, al entrar en casa,
apoya una mano en la pared
y le muerde una culebra…
¡El Día de Yahvé será tinieblas,
lóbrego, sin luz ni claridad!

Am 5: 18-20

Las palabras del profeta anuncian que el Día del Señor no sería lo imaginado por sus contemporáneos. Al llegar el momento, Israel viviría uno de los peores momentos de su historia. Sin embargo, en medio de la destrucción de aquel día, se levantaría una esperanza.

Aquel día levantaré
la cabaña ruinosa de David;
repararé sus brechas,
restauraré sus ruinas;
la reconstruiré para que quede
como en los días de antaño,
para que lleguen a poseer
lo que queda de Edom
y todas las naciones
sobre las que se invocó mi nombre,
oráculo de Yahvé, el que hace esto.

Am 9: 11-12

Las profecías mesiánicas de Miqueas e Isaías

En el siglo VIII a. C., dos grandes profetas mantuvieron una gran actividad, especialmente durante el reinado de Jotán, Acaz y Ezequías. Ambos profetas, Miqueas e Isaías, dejaron profecías mesiánicas para la posteridad. En especial, Isaías es considerado por el cristianismo como el profeta que anticipó a Jesucristo.

Miqueas y el lugar de nacimiento del Mesías

Miqueas fue un pastor de Moreshet, una pequeña aldea situada a 30km de Jerusalén. Vivió entre los años 737 a.C y 696 a.C y profetizó ante los reyes Acaz y Ezequías. Su prédica se centró en la defensa del pacto de Israel con Yahvé y en la crítica a los poderosos, sacerdotes y profetas que demostraban un desprecio hacia el prójimo.

La prédica de Miqueas contra las injusticias sociales tuvo un largo alcance entre sus contemporáneos. Esto fue así a tal punto que el rey Ezequías pensó en implementar algunas reformas en el reino de Judá influido por ella.

Miqueas profetizó, en sintonía con Isaías, que un Mesías sería enviado a Israel por Yahvé. Además, declaró qué éste nacería en Belén, a pesar de que sus orígenes son inmemoriales.

En cuanto a ti, Belen Efratá,
la menor entre los clanes de Judá,
de ti sacaré al que ha de ser
el gobernador de Israel;
sus orígenes son antiguos,
desde tiempos remotos.
Por eso, él los abandonará hasta el momento
en que la parturienta dé a luz
y el resto de sus hermanos vuelva
con los hijos de Israel.
Pastoreará firme
con la fuerza de Yahvé,
con la majestad del nombre de Yahvé su Dios.
Vivirán bien,
porque entonces él crecerá
hasta los confines de la tierra.

Mi 5: 1-3

Las profecías mesiánicas de Isaías

Isaías es considerado por el cristianismo como el profeta que anunció la venida de Cristo. Al igual Miqueas, centró su prédica en la defensa del pacto de Israel con Yahvé.

Las interpretaciones del Libro de Isaías difieren grandemente entre las tradiciones judía y cristiana. En los aspectos relativos a las profecías mesiánicas, los judíos interpretan que Isaías se refiere principalmente a los sufrimientos del pueblo de Israel. En cambio, los cristianos interpretan que el profeta anticipa el nacimiento, sacrificio y gloria de Jesús. Son muchas las referencias a Isaías en el Nuevo Testamento, pero tal vez el capítulo más controvertido es el 53, que se aplica a un hombre sufriente que soporta los pecados de todos.

El capítulo 53 de Isaías se ubica en el contexto de un mensaje de Yahvé dirigido al pueblo de Israel. En el capítulo previo, se dice que el Siervo de Yahvé llega anunciando la buena noticia: «¡Ya reina Tu Dios!» (Is 52: 7) y se le pide a Jerusalén que grite de alegría. Luego, se le dirigen a Israel las siguientes palabras.

Veréis a mi Siervo prosperar; será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera. Del mismo modo que muchos quedaron asombrados al verlo -pues tan desfigurado estaba que no parecía un hombre, ni su apariencia era humana-, así se admirarán las naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y descubrirán lo que nunca oyeron

Is 52 :13

Las profecías mesiánicas en tiempos del exilio

Alrededor del año 600 a.C., en los momentos previos al exilio en Babilonia, los profetas comenzaron a anunciar la inminente caída del Reino de Judá. En este contexto, la esperanza mesiánica del pueblo de Israel se fortaleció. En medio de los reproches por haber roto la Alianza con Yahvé y los mensajes sobre un castigo divino inevitable, el profeta Jeremías anunció una esperanza de salvación.

El profeta Ezequiel, ya en el exilio, llevó consuelo a los israelitas y les habló de un plan divino más importante que los ascensos y caídas de los grandes imperios.

Después de proclamada la vuelta de los exiliados a Judá en el año 539 a.C., gracias a la intervención de Ciro el Grande de Persia, los profetas Ageo y Zacarías agregaron su parte a las profecías mesiánicas.

Las profecías mesiánicas de Jeremías

En varias ocasiones, el profeta Jeremías profetizó la caída del Reino de Judá ante Babilonia. Durante su ministerio, llamó al pueblo de Israel a la conversión y al arrepentimiento por haberse alejado de Yahvé.

La actitud del profeta ante los reyes de Judá fue de absoluta franqueza y dureza. Esto lo puso en peligro de muerte muchas veces, en especial durante los reinados de Joaquim y Sedecías, padre y tío del rey Jeconías, respectivamente.

En el contexto del asedio babilónico, luego de la muerte del rey Joaquim, el profeta Jeremías dijo a su sucesor en el trono que no había nada que pudiera hacer para evitar la caída de Judá. En lo que se conoce como la maldición de Jeconías, llamó estéril al nuevo rey y le anunció que sería deportado a Babilonia.

Junto con el exilio, Jeremías profetizó la llegada de un Germen justo, un futuro enviado de Yahvé que reinaría con derecho y justicia en la tierra (Jr 23: 5-6).

Mirad que vienen días -oráculo de Yahvé- en que confirmaré la palabra venturosa que dirigí a la Casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, que practicará el derecho y la justicia en la tierra.

Jr 33: 14-16

Anuncio de una Nueva Alianza

Van a llegar días -oráculo de Yahvé- en que yo pactaré con la Casa de Israel (y con la Casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos rompieron mi alianza y yo hice estrago en ellos -oráculo de Yahvé-. Sino que ésta será la alianza que yo pacte con la Casa de Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahvé-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinarse entre sí, unos a otros, diciendo: ‘Conoced a Yahvé’, pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande -oráculo de Yahvé-, cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme.

Jr 31: 31-34

La alegoría de Ezequiel

El profeta Ezequiel, durante el tiempo del exilio, llevó las palabras de consuelo de Yahvé al pueblo de Israel para ayudarlos a superar la dura situación que estaban atravesando. Sin dejar de mencionar los pecados del pueblo elegido, el profeta recurrió a alegorías para transmitir un plan de Dios mucho más grande que los obstáculos terrenales.

En el capítulo 17 del Libro de Ezequiel, podemos leer una analogía con dos águilas grandes que representan a dos grandes imperios, el babilónico y el egipcio, y un cedro que representa al Reino de Judá.

La primera águila cortó la cima del cedro y lo llevó a un país de mercaderes. Luego, plantó una semilla de la cual surgió una pequeña vid, arraigada en campo fértil, junto a una corriente de agua abundante. La pequeña vid extendió sus raíces hacia la segunda águila, en busca de más agua que la que ya tenía. ¿Qué pasará con la vid? ¿Prosperará o será arrancada por el águila?

En esta alegoría, la pequeña vid representa al reducido reino de Sedecías, tío del rey deportado Jeconías. El nuevo rey había sido nombrado por Nabucodonosor, rey de Babilonia, y respondía al imperio conquistador. Sin embargo, Sedecías fue tentado por las esperanzas de un sector de la sociedad que pretendía una liberación militar mediante una alianza con Egipto. A pesar de que el profeta Jeremías le anunció que eso significaría el fin del Reino de Judá, Sedecías decidió intentar una alianza con el faraón. Finalmente, la vid fue arrancada por el águila babilónica.

El pueblo de Israel debía saber que, a pesar del desastre en que terminó la estrategia de Sedecías, Yahvé estaba preparando para ellos y todos los pueblos de la tierra una salvación mucho mayor. Dios permanecía fiel a su pueblo y le llevaba, en medio del dolor, una nueva esperanza.

El nuevo reino de Yahvé

La alegoría del capítulo 17 termina con una nueva alegoría, en la que se anuncia que Yahvé también tomará un tallo de la copa del cedro y formará con él un nuevo árbol, es decir, un nuevo reino.

«Esto dice el Señor Yahvé:

También yo tomaré
un tallo de la copa del alto cedro,
de la punta de sus ramas
escogeré un ramo
y lo plantaré yo mismo
en una montaña elevada y excelsa:
en la alta montaña de Israel lo plantaré.
Echará ramaje y producirá fruto,
y se hará un cedro magnífico.
Debajo de él habitarán
toda clase de pájaros;
toda clase de aves
morarán a la sombra de sus ramas.
Y todos los árboles del campo
sabrán que yo, Yahvé,
humillo al árbol elevado
y elevo al árbol humilde,
hago secarse al árbol verde
y reverdecer al árbol seco.
Yo, Yahvé, he hablado y lo haré».

Ez 17: 22-24

La alegoría de Yahvé transmitida por Ezequiel hace pensar que Dios dará origen a una nueva era en la que el cedro magnífico salido de su retoño dará cobijo a toda clase de hombres. Por este motivo, se considera que esta profecía anuncia tanto la llegada de un Mesías como la de un Reino de Dios.

Ageo y Zacarías en la construcción del Segundo Templo

Luego de conquistar Babilonia, Ciro el Grande autorizó el regreso de los judíos deportados a su tierra y el apoyo económico para iniciar la reconstrucción del Templo de Jerusalén. Sin embargo, las obras se pospusieron hasta el año 520 a. C. Ese año, los profetas Ageo y Zacarías comenzaron a profetizar a los judíos de Judá en nombre del Dios de Israel y los incitaron a retomar las obras. Dentro de su prédica, volvieron a aparecer las profecías mesiánicas.

La promesa a Zorobabel

El profeta Ageo anunció que la prosperidad aumentaría para Israel si el pueblo no volvía a alejarse de Yahvé. Según las palabras del profeta, la gloria del Segundo Templo sería más grande que la del primero.

Pues así dice Yahvé Sebaot: Dentro de muy poco tiempo sacudiré los cielos y la tierra, el mar y el suelo firme, sacudiré todas las naciones, y yo llenaré de gloria este Templo, dice Yahvé Sebaot.

Ag 2: 6-7

En el momento en que estas palabras fueron pronunciadas, los judíos comenzaban una era de paz bajo el reinado persa de Darío I. Sin embargo, Ageo habla de un tiempo futuro con connotaciones mesiánicas. Yahvé lo sacudirá todo y el Templo se llenará de gloria.

En relación a su futura intervención, Yahvé hace llegar el siguiente mensaje a Zorobabel, nieto de Jeconías y gobernador de Judea nombrado por Ciro.

Aquel día -oráculo de Yahvé Sebaot- te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío -oráculo de Yahvé., y te haré mi anillo de sello, pues tú eres mi elegido -oráculo de Yahvé Sebaot.

Ag 2: 23

El anillo de sello real en la antigüedad servía para firmar cartas o documentos e imprimirles un signo de autoridad y autenticidad. Era un objeto muy importante que se llevaba en el dedo o en el cuello. En este mensaje, se indica a Zorobabel que Dios lo ha elegido para una misión importante. La tradición interpretaría que esa misión se relacionaba con la venida del Mesías.

El rol mesiánico de Zorobabel

En el Libro de Zacarías, podemos leer que Zorobabel recibió una misión importante relacionada con la construcción del Templo.

Yahvé me dirigió la palabra en estos términos: Las manos de Zorobabel echaron los cimientos de este Templo y sus manos lo acabarán; (sabréis así que Yahvé Sebaot me ha enviado a vosotros).

¿Quién menospreció los modestos comienzos? ¡Se alegrará al ver la plomada en la mano de Zorobabel!

Za 4: 8-10

Además, Zorobabel aparece asociado con otra misión, relacionada con el título de Germen. Este título es invocado en Za 3: 8. En ese versículo, Yahvé se dirige al sumo sacerdote Josué para decirle que ha decidido traer a su siervo, al que llama «Germen».

El tema del Germen se explica en Za 6: 11-13.

…tomas la plata y el oro, haces una corona, la pones en la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y le hablas de esta manera:

Así dice Yahvé Sebaot: Éste es el hombre llamado Germen: debajo de él habrá germinación (y edificará el templo de Yahvé). Él edificará el templo de Yahvé, llevará las insignias reales, se sentará dominador en su trono; habrá un sacerdote a su derecha, y un consejo de paz entre ambos.

Za 6: 11-13

En este pasaje, aparece el nombre del sumo sacerdote Josué donde posiblemente debería decir Zorobabel. Por el contexto, se está haciendo referencia al edificador del Templo y no al sacerdote. El versículo de Zacarías 3: 8 deja claro que Josué y el Germen son personas distintas.

Según el sentido de estas palabras, Zorobabel se relaciona con el futuro del Templo y de la realeza. Por este motivo, se ha interpretado que de su descendencia nacería el Mesías.

Las profecías mesiánicas en Zacarías

Zacarías también se refiere, como otros profetas antes de él, a la Salvación de Yahvé. En Zacarías 8: 20-23 se dice que pueblos numerosos y naciones adorarán a Yahvé y que diez hombres de todas las lenguas de las naciones dirán al judío: «Queremos ir con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está con vosotros».

Aquel día me dispondré a destruir a todas las naciones que ataquen a Jerusalén; derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán duelo por él como se llora a un hijo único, y le llorarán amargamente como se llora a un primogénito.

Za 12: 9-11

Este pasaje de Zacarías es citado por Juan en 19: 37 como «Mirarán al que traspasaron». El cristianismo ve en las palabras del profeta una referencia a Jesús, traspasado con una lanza luego de su Muerte en la Cruz.

Otros pasajes de Zacarías han sido relacionados por el cristianismo con la persona de Jesús. Entre ellos se encuentra el que se refiere a la herida de un pastor servidor de Yahvé (Za 13: 7-9). El pastor es herido y las ovejas se dispersan. Sin embargo, en aquellos días, Yahvé se guarda un resto de entre las ovejas. Este resto lo invocará y Él lo llamará «mi pueblo».

La llegada del Mesías

¡Exulta sin freno, Sión,
grita de alegría, Jerusalén!
Que viene a ti tu rey:
justo y victorioso,
humilde y montado en un asno,
es una cría de asna.
Suprimirá los carros de Efraín
y los caballos de Jerusalén;
será suprimido el arco de guerra,
y él proclamará la paz a las naciones.
Su dominio alcanzará de mar a mar,
desde el Río al confín de la tierra.

Za 9: 9-10

Los signos de la llegada del Mesías

En el tiempo del nacimiento de Jesús, el entusiasmo religioso originado en la época post-exílica había comenzado a decaer. El judaísmo del Segundo Templo se había institucionalizado y los partidos político-religiosos coexistían en relativa estabilidad con el invasor romano. Sin embargo, al mismo tiempo surgía un nuevo clima de efervescencia religiosa entre quienes se encontraban disconformes con el rumbo oficial de su religión.

Hacia el siglo I a. C., el judaísmo se había divido en, al menos, 26 ramas distintas. Algunas, como los esenios, habían decidido dedicar su vida al estudio de la Ley y los Profetas. Para ello, se iban al desierto para aislarse de la sociedad y dedicarse enteramente a Dios. La comunidad de Qumran es un buen ejemplo de ello, aunque también existían grupos menores que tomaban el camino del aislamiento.

Acerca de las profecías mesiánicas, cada rama del judaísmo tenía sus interpretaciones. Surgieron varios maestros que reclutaron discípulos para la causa del Mesías, pero nadie sabía con exactitud cómo sería su llegada.

En este contexto, cobró especial relevancia la indagación de las Escrituras en busca de los signos de su venida. Se tomaban referencias de distintos lugares para interpretar cuándo y cómo vendría. A continuación, destacaremos dos profecías mesiánicas que sabemos con seguridad que circulaban en aquella época.

Malaquías y el envío de Elías

El Libro de Malaquías habla, en el capítulo 3, de una clara señal que llegaría antes de que el Señor fuera enviado al mundo junto con el Ángel de la Alianza. Sin dudas, esta evocación del Día de Yahvé está en sintonía con la prédica de otros profetas. Al igual que en el Libro de Jeremías, se anuncia que Yahvé prepara una Nueva Alianza. Esta alianza estaría precedida por un mensajero.

Voy a enviar a mi mensajero a allanar el camino delante de mi, y en seguida vendrá a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el Ángel de la alianza que tanto deseáis, ya llega, dice Yahvé Sebaot. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca?

Ml 3: 1-2

El libro finaliza con una referencia al profeta Elías. Él es el mensajero enviado por Dios.

Voy a enviaros al profeta Elías antes de que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible. Él reconciliará a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, y así no vendré a castigar la tierra con el anatema.

Ml 3: 23-24

¿Llegó Elías a Israel en el tiempo de Jesús?

Según se dice en el capítulo 2 del Segundo Libro de los Reyes, el profeta Elías fue arrebatado de este mundo y llevado al cielo. Muchos han interpretado el pasaje final del Libro de Malaquías como una venida real de Elías en cuerpo y alma. Sin embargo, otra interpretación dice que se trata de una alusión simbólica. El profeta que habría de venir sería uno como Elías, de la misma forma en que el Mesías sería uno como Moisés.

El el capítulo 9 del Evangelio de Marcos, se dice que Elías descendió al mundo, junto con Moisés, para hablar con Jesús en el monte Tabor. En ocasión de este suceso, en el que los apóstoles observaron la transfiguración de Jesús, le preguntaron al Maestro «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?» (Mc. 9: 11). Y Jesús les contestó que Elías ya había venido. El Evangelio de Mateo aclara que los discípulos entendieron que se estaba refiriendo a Juan el Bautista.

En el Evangelio de Lucas, también se encuentra la identificación de la figura de Elías con Juan el Bautista. De él se dice, antes de su nacimiento, que será como Elías.

…estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para que los corazones de los padres se vuelvan a los hijos, y los rebeldes, a la prudencia de los justos; para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Lc 1: 15-17

La Biblia de los Setenta y la almah que dará a luz al Emmanuel

Una de las profecías mesiánicas más discutidas del Libro de Isaías surgió del pasaje en el que el profeta anuncia el nacimiento de un niño que será llamado Emmanuel, nombre que significa «Dios con nosotros». En el texto original, se hace referencia a su madre como una almah.

La Biblia de los Setenta o Septuaginta reúne la traducción griega de los libros sagrados del judaísmo. Fue elaborada entre los siglos III a. C y I a. C. por eruditos judíos que vivían fuera de Israel. Era la compilación de libros más usada por las comunidades judías en tierra extranjera y fue adoptada tempranamente por las primeras comunidades cristianas.

Los eruditos judíos encargados de hacer la traducción de Isaías interpretaron que el término almah, utilizado en hebreo para designar a una mujer joven, debía traducirse por el término griego parthenos para conservar mejor su sentido. Este último término en griego significa «virgen» y con ese significado pasó a las versiones latinas de la Biblia.

Por distintos motivos, algunos consideran que la interpretación de Isaías a partir del término parthenos resulta problemática y poco fiel al texto original. Además, se señala que las palabras de Isaías se enunciaron en un contexto muy diferente al de las profecías mesiánicas. Examinaremos estos cuestionamientos.

El contexto de la profecía

En tiempos de Ajaz, descendiente de David y rey de Judá, las naciones de Siria y el Reino de Israel del Norte formaron una alianza defensiva contra la inminente invasión asiria. El Reino de Judá se negó a formar parte de la coalición, por lo que ésta se volvió en su contra y decidió deponer a Ajaz del trono. Estos acontecimientos derivarían en la intervención militar de Asiria para dominar sobre Judea y la destrucción definitiva del Reino del Norte.

La profecía de Isaías fue pronunciada en el momento del asedio a Judá por parte de las naciones sirias y del rey de Israel. Ajaz se encontraba angustiado ante lo que podría llegar a ocurrir y el profeta le solicitó que pidiera una señal a Yahvé. El rey, temeroso de Yahvé, no quería pedir la señal para no tentar a Dios. Entonces, Isaías le dice el oráculo que había recibido.

La señal del Emmanuel

Escucha pues, heredero de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? Pues bien, el señor mismo va a daros una señal:

Mirad, una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel. Comerá cuajada y miel hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno. Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado al territorio de esos dos reyes que tanto temes.

Pero Yahvé atraerá sobre ti, sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre días como no los hubo desde aquel en que se apartó Efraín de Judá .

Is 7: 13-17

Las palabras de Isaías se aplican claramente al contexto histórico inmediato, aunque el rey Ajaz tuvo un hijo antes de esas palabras. No hay registro del nacimiento de un hijo Emmanuel.

El nombre Emmanuel tiene un significado simbólico trascendente. «Dios con nosotros» es una expresión que ya ha aparecido en boca de otros profetas para referirse a la gloria futura de Israel en el Día de Yahvé y es el tema central del Salmo 46. Por ello, se ha interpretado que la profecía se estaba refiriendo a la llegada del Mesías en la plenitud de los tiempos. Ya se ha mencionado que éste podría germinar de la rama genealógica de Zorobabel, descendiente del rey Ajaz.

Otras características del Emmanuel

En el capítulo 8 de Isaías se encuentra una nueva referencia al Emmanuel, del que se dice que será el liberador de Israel, el Señor de Judá y se impondrá hasta los confines de la tierra. Se le dice a los pueblos «temblad de miedo» (Is 8: 9).

Trazad un plan: fracasará;
decid un palabra: no se cumplirá,
porque con nosotros está Dios.

Is 8: 10

El libro continúa, en el capítulo 9, afirmando que el pueblo que andaba a oscuras conoció la luz gracias al Emmanuel.

Porque una criatura nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado.
En su hombro traerá el señorío,
y llevará por nombre:
«Maravilla de Consejero»
«Dios Fuerte»
«Siempre Padre»
«Príncipe de Paz».

Is 9: 5

Más adelante, en el capítulo 11, se hace referencia al retoño que brotará del tronco de Jesé, padre de David. Posiblemente este retoño es la misma persona identificada como «Dios con nosotros».

Reposará sobre él
el espíritu de Yahvé:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahvé.

Is 11: 2

El nacimiento virginal

Si se considera que la profecía del Emmanuel trasciende su contexto histórico inmediato y habla del Mesías, hay un signo asociado a la llegada de éste último: «Dios con nosotros» nace de una almah. El término almah hace referencia a una mujer joven.

Se ha argumentado que el hebreo tiene un término específico para designar a una mujer virgen: betulah. Si Isaías hubiera querido indicar que se trataba de una virgen, habría utilizado este último término. Sin embargo, el término betulah designa a una mujer que aún no ha conocido la menstruación.

Betulah es un concepto que aludía, por extensión, a la incapacidad de concebir. La mujer que dejaba de menstruar también adquiría el estado de betulah. Este estado era aplicable a Sara, la esposa de Abraham, o a Isabel, la prima de María. Isaías, de haber querido referirse a una virgen en el sentido de una mujer que nunca tuvo relaciones sexuales con un varón, habría evitado intencionalmente recurrir a este término tan ambiguo. Si bien puede aplicarse en ese sentido, no es el significado usual en la Biblia.

La Biblia se refiere varias veces a mujeres jóvenes de buena reputación que no han mantenido relaciones sexuales con hombres. El término utilizado para ello es almah. Así lo entendieron los eruditos judíos que tradujeron el término al griego: almah significa literalmente mujer joven, pero tiene asociada una idea de pureza virginal. Esto queda claro en el plural de la palabra almah, que es alamot y significa «vírgenes».

La trascendencia de la profecía debe entenderse en el sentido de la ocurrencia de un milagro: una mujer joven virgen dará a luz a aquél que será considerado como «Dios con nosotros».

La Anunciación definitiva del Mesías

Para el cristianismo, la historia del anuncio de las profecías mesiánicas llega a su fin en la Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María. En este episodio, el mensajero de Dios se presenta ante María, una almah de Nazaret, en el territorio de Galilea.

María había celebrado sus desposorios con José, un hombre del que se dice que pertenecía a la casa de David. La Anunciación sucede luego de que ambos firmaran los acuerdos necesarios para la futura boda y la consumación de su matrimonio. Durante el periodo siguiente a la celebración del desposorio, la novia permanecía en su propia casa y se guardaba virgen para su esposo. La boda tenía lugar entre sies meses y un año después de celebrado el contrato. A los fines legales, la mujer dejaba de estar soltera y los novios eran tratados como si fueran esposos. Esto significa que, a pesar de estar en casas separadas, se podían aplicar las leyes del adulterio y la anulación del compromiso sólo sería posible mediante un divorcio religioso.

María concibió a su hijo estando desposada, lo que significa que, en términos legales, la genealogía de Jesús se remontaba hasta el rey David a partir de José. Por este motivo, el ángel llama a David «su padre». Como descendiente de David, Jesús formaba parte del conjunto de isarelitas que podrían haber reclamado el trono.

Evocando las profecías mesiánicas anunciadas durante toda la historia de Israel, el ángel anuncia que Jesús recibirá de parte de Dios el trono de David. Él es el Mesías destinado a reinar sobre Judá eternamente. Será santo y grande, lo llamarán Hijo del Altísimo, Hijo de Dios. Es decir, a él corresponde el título de Emmanuel, ya que es el «Dios con nosotros» anunciado por Isaías.

Cumplimiento acabado de las profecías mesiánicas

La Anunciación del ángel a la Virgen María representa la culminación de la esperanza suscitada por las profecías mesiánicas, pero este acontecimiento no representa en sí mismo el acabado cumplimiento de todas ellas. Jesús, durante su ministerio público, irá revelándose progresivamente como el Mesías de Israel hasta su Muerte en la Cruz y Resurrección.

Una parte de las profecías mesiánicas, las relacionadas con el Mesías sufriente y su exaltación, fue cumplida durante su venida a este mundo. El cristianismo conserva la esperanza de que una segunda venida dé lugar al cumplimiento del resto.

Imagen de portada por Timoteo Viti – Reflexionando sobre los profetas, Louis-garden, 2011-01-08, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12630416

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