Las bodas de Caná

Las bodas de Caná


Si el Bautismo de Jesús marca el comienzo de su vida pública, el episodio de las bodas de Caná constituye su primer milagro. Este se encuentra relatado en el Evangelio de Juan y es el segundo de los misterios luminosos del Rosario. En una boda en la que se termina el vino, Jesús convierte el agua en vino a pedido de su madre. A continuación, meditaremos este misterio en más detalle.

«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos.
Al quedarse sin vino, por haberse acabado el de la boda, le dijo a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le respondió: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»
Pero su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»
Había allí seis tinajas de piedra, destinadas a las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua.» Ellos las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora -les dijo- y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llamó al novio y le dijo: «Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior. Tú, en cambio, has reservado el vino bueno hasta ahora.» Éste fue el comienzo de los signos que realizó Jesús, en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.»
Jn 2 1-12

La petición de María

Jesús y sus discípulos, a quienes había conocido unos días antes, asistieron a una boda que se celebraba en Caná de Galilea y en la que se encontraba María. Las bodas judías duraban aproximadamente siete días y las fiestas eran acompañadas con vino, un elemento central de los banquetes que servía para alegrar los ánimos de los invitados.

Durante la celebración en Caná, el vino se terminó y María se lo expresó a su hijo diciendo «no tienen vino». La ausencia de vino en una fiesta de bodas podía significar una gran vergüenza para los esposos. El breve diálogo que sigue a continuación entre ambos da cuenta de un pedido de intervención. Frente a la necesidad de quienes se encontraban en la fiesta y para ayudar a los esposos, María acude a Jesús y le expresa su preocupación esperando que intervenga.

La revelación de Jesús como el Elegido de Dios y el Cordero de Dios ante Juan el Bautista y los discípulos había ocurrido tan sólo unos días antes, pero María ya sabía quién era su hijo. Es muy probable que ella, sabiendo que hacía falta una gran cantidad de vino que Jesús no tenía, esperara de él un signo extraordinario. Hasta este momento, Jesús no había realizado ningún milagro. La petición de la Virgen da cuenta de su enorme fe.

«¿Qué tengo yo contigo, mujer?

Ante el pedido de su madre, Jesús responde que todavía no ha llegado su hora. La expresión «¿Qué tengo yo contigo?» es ampliamente utilizada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y puede tener múltiples significados. En este caso, parece indicar cierto rechazo, por no considerar que sea el tiempo oportuno. Para Juan Pablo II, se trata de un rechazo aparente que tiene el fin de probar la fe de su madre.

La compasión y la fe de María llevan a Jesús a atender la necesidad de los presentes en la boda y realizar el milagro de la transformación del agua en vino. Es por esto que la Iglesia ve en la Virgen María a una gran intercesora, que se compadece de los hombres y suplica a su hijo, y a quién este responde con misericordia.

El diálogo finaliza con las palabras de María a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Juan Pablo II interpreta estas palabras como una invitación a seguir para la Iglesia de todos los tiempos. Todos estamos llamados a cumplir con lo que Jesús nos pide.

Es interesante señalar que el evangelista Juan hace referencia a la madre de Jesús principalmente en dos momentos: en las bodas de Caná y en el Calvario. De este modo, se destaca la presencia de María a lo largo de la vida de Jesús, desde sus inicios hasta el final.

Los discípulos

Muchas veces en el Nuevo Testamento se marca que Jesús realizó ciertos signos para que quienes estaban presentes creyeran en él. En la ocasión de las bodas de Caná, Jesús llevó consigo a sus discípulos, que luego se convertirían en sus apóstoles, y ellos fueron testigos de su primer milagro.

Tras la realización del primer milagro de Jesús, se dice que «así manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos». En su carta apostólica sobre el Santo Rosario, Juan Pablo II afirma que Jesús, con este milagro, «abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente». Los discípulos creen en él luego del milagro, pero María creía en él desde antes, con la misma seguridad en la fe que la llevó a dar su fiat en la Anunciación.

La transformación del agua en vino

El episodio de las bodas de Caná es el relato de un signo: la transformación del agua en vino. Además de funcionar como prueba para la fe de los primeros discípulos, el milagro tiene una simbología que se relaciona con el plan de salvación de Dios y el rol de Cristo en nuestro mundo. Lo que Jesús inicia en las bodas de Caná no es sino su camino de prédica y enseñanza que desembocará en su Muerte y Resurrección.

El evangelio señala que las tinajas que se llenaron con el agua que sería transformada en vino estaban «destinadas a las purificaciones de los judíos». Estas formaban una parte central de la religión judía, que exigía cierto estado de pureza para participar de sus ritos. Una reflexión del Papa Francisco señala que, con este milagro, Jesús transforma la Ley de Moisés en Evangelio. La utilización de las tinajas destinadas a la purificación ritual constituiría un signo de la Nueva Alianza de Dios con el hombre.

En este mismo sentido, las bodas de Caná son signo también de otro banquete, el de las bodas del Cordero. Este simboliza la unión de Cristo, el Cordero que entrega su Cuerpo y su Sangre por la redención de la humanidad, y su Esposa, la Iglesia. Con su sacrificio y Resurrección, Jesús abre las puertas del Reino para que todos disfrutemos del banquete celestial.

El signo del agua convertida en vino en Caná anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo convertido en Sangre de Cristo.

Catecismo de la Iglesia Católica 1335

El concepto de vino nuevo remite a las palabras dichas por Jesús durante la institución de la Eucaristía.

Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el Reino de Dios.

Mc 14 25

Conclusión

El episodio de las bodas de Caná no es un simple relato del primer milagro de Jesús. Contiene elementos profundos que han orientado y todavía hoy guían a la Iglesia. Por un lado, el relato destaca la presencia de la madre de Jesús, como intercesora y primera creyente en su hijo. Por otro lado, el acto de la transformación del agua en vino tiene un gran significado simbólico en torno a la figura de Jesús como el Cordero y al establecimiento de la Nueva Alianza. En su conjunto, este misterio es un llamado a los fieles a contemplar al Hijo de Dios y a seguir las palabras de la Virgen al igual que lo hicieron los sirvientes: «Hagan lo que él les diga».

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