Escribas, fariseos y saduceos. Jesús y la política de su época

Escribas, fariseos, saduceos y Jesús el Maestro


Los escribas, fariseos y saduceos aparecen en los evangelios como destinatarios de las palabras de Jesús. En la escena política y religiosa del Israel del siglo I, los escribas representaban un sector de funcionarios letrados que intervenían en distintos grados sobre la sociedad. Los fariseos y saduceos, como escuelas de pensamiento, competían por liderar al pueblo e imponer su visión sobre cómo debía vivirse el judaísmo. Ocasionalmente, los distintos grupos judíos establecían alianzas para asegurar su posición. En esta publicación, abordamos el complejo entramado político-religioso que sirvió de contexto al ministerio de Jesús.

Una sociedad regida por el honor

La dinámica de la sociedad judía antigua puede describirse en términos de honor y deshonra. Anthony Saldarini, en su libro Pharisees, Scribes, and Sadducees in Palestinian Society, desarrolla ampliamente la hipótesis de que, en las sociedades antiguas, el honor es más importante para el status social que el dinero o la posición.

Dado que el sistema de honor es un modo de jerarquía social, produce una competición por el honor y su defensa. La mayoría de las personas de una sociedad campesina pertenecen a la misma clase y carecen de criterios claros para asignar prestigio, por lo que se enzarzan en constantes desafíos y réplicas en busca de más honor entre sus conciudadanos.

El lugar que uno ocupa en el sistema de honor determina en cierta medida los recursos materiales y el poder e influencia que uno tendrá en la sociedad, y éstos a su vez refuerzan o debilitan el honor y la posición de uno en la sociedad. El sistema de honor es un centro de intercambio de conflictos sociales y un árbitro de la posición social porque encarna las normas sociales concretas que adopta la comunidad.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part I, Ch. 4, 55. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

En muchas sociedades antiguas, la opinión pública y los códigos externos determinaban la imagen personal de un individuo ante los demás y ante sí mismo. Participar de una escuela de pensamiento o filosofía y adoptar su código de conducta era una forma de ganar y mantener honor, por lo que la gente buscaba líderes o guías para sus vidas. Estos líderes o guías ofrecían también protección e intermediación en los conflictos.

Por la importancia del honor en las relaciones sociales, los códigos de conducta propuestos por la enseñanza moral y religiosa eran vectores del cambio político o del mantenimiento del status quo. La enseñanza de todo maestro religioso tenía consecuencias políticas que afectaban el tejido de las relaciones sociales. En esta clave sociológica debe entenderse el contexto de las actividades de los distintos grupos que aparecen en los evangelios, incluidas las de Jesús como maestro itinerante.

¿Quiénes eran los escribas, fariseos y saduceos?

No es posible hacer una caracterización completa de los escribas, fariseos y saduceos. La información que nos ha llegado sobre estos grupos es escasa y fragmentaria, contenida principalmente en las obras de Flavio Josefo, el Nuevo Testamento y la literatura rabínica temprana.

En el conjunto de escritos mencionado, la descripción de los distintos grupos se ajusta a los objetivos literarios de sus autores, por lo que la información proporcionada puede ser poco confiable muchas veces. La literatura talmúdica tiende a presentar una imagen de los fariseos basada en el desarrollo del movimiento rabínico posterior al siglo II. En los evangelios de Mateo, Lucas y Juan se hacen ajustes sobre las referencias de Marcos a los escribas, fariseos y saduceos en función de los destinatarios de los escritos.

Saldarini, en la obra ya mencionada, hace una lectura crítica de las fuentes para ofrecer una imagen prudente de los escribas, fariseos y saduceos en los tiempos de Jesús. En lo que sigue, tomaremos como referencia a este autor.

Los escribas

En las sociedades antiguas, los escribas eran funcionarios encargados de tareas administrativas, de supervisión o consejería. Desempeñaban su rol en distintas áreas geográficas y sectores sociales, desde el pueblo hasta la corte del rey. En términos actuales, podrían compararse con secretarios con distintos niveles de importancia política, desde asistentes personales hasta altos funcionarios estatales.

Un escriba de pueblo posiblemente se encargaba de la redacción de contratos, del asesoramiento jurídico a la comunidad o del registro de las actividades de una asociación. Un escriba real podía encargarse de manejar la correspondencia del rey, brindarle consejo y realizar distintos tipos de actividades en su nombre. Mientras más alto era el cargo que un escriba ocupaba, mayor era su influencia y su poder.

Escribas del rey y del Templo

En el Antiguo Testamento, existen algunas referencias a escribas en la corte del rey (2 Reyes 22; Jer 36:10) que se ocupaban de las finanzas, la política y la administración. Baruc, que era un escriba (Jer 36:32), era una persona muy culta e influyente que se movía en los altos círculos del gobierno. Algunos textos parecen sugerir que había una escuela de formación para los escribas reales.

Esdras era un escriba (Neh 8:9) muy conocido del periodo del retorno del exilio babilónico. Este líder israelita, versado en la Ley de Moisés, solicitó permiso al rey Artajerjes para conducir a sus compatriotas nuevamente a Jerusalén.

En la comunidad judía post-exílica se solapaban las funciones de sacerdotes, levitas, escribas y otros líderes judíos. Esdras era sacerdote, escriba y líder de la comunidad y posiblemente un líder nombrado por el gobierno (Ez 7). Los levitas enseñaban (Neh 8) y según la opinión del Cronista, que probablemente refleja la situación post-exílica, algunos levitas servían como escribas.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part III, Ch. 11, 246. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

El Templo de Jerusalén contaba con sus propios escribas. Los evangelios sinópticos los asocian con los sacerdotes jefes y con los líderes de Jerusalén, lo que sugiere que eran altos funcionarios dependientes de la clase gobernante e incluso miembros de ella. Flavio Josefo cita una carta de Antíoco III a Ptolomeo, hijo de Thraseas, gobernador de Siria y Fenicia, en la que la presencia de escribas en el Templo es atestiguada.

«Y todos los de esta nación se regirán en sus relaciones ciudadanas por las leyes de sus antepasados y, por otro lado, el Senado, los sacerdotes, los escribas del Templo y los tañedores sagrados quedarán exentos de las cantidades que pagan a título personal así como de la contribución para la corona y la relativa a la sal».

Flavio Josefo. Antigüedades Judías, libro XII, 138, 671-672 . Edición de José Vara Donado.

En las narraciones de la Pasión, los escribas del Templo aparecen junto a los sacerdotes jefes y los ancianos que buscan detener a Jesús para entregarlo a las autoridades romanas (Marcos 14:1.43.53, 15:1; Lucas 19:47, 20:1, 22:2). Mateo nombra a escribas, posiblemente del Templo, entre quienes se burlan de Jesús en la cruz (27:41).

Escribas de diferentes estratos sociales

Los escribas ejercían su oficio en distintos sectores de la sociedad. Flavio Josefo hace referencia en La guerra de los judíos (1.24.3) a escribas comunes, es decir, escribas del pueblo. Posiblemente, a estos escribas acusan los evangelistas de devorar las casas de las viudas (Mc 12:40; Mt 23:14; Lc 20:47), a quienes cobrarían un precio excesivo por arreglar sus asuntos patrimoniales. El evangelio de Marcos (2:16) hace referencia a «escribas de los fariseos», expresión que aparece como «los fariseos y sus escribas» en el pasaje paralelo del evangelio de Lucas (5:30), que supone que las asociaciones de líderes del pueblo podían emplear sus servicios.

Dos pasajes del evangelio de Mateo sugieren que las comunidades cristianas, o al menos la comunidad de Mateo, tenían escribas entre sus miembros. En 13:52 se habla de escribas «doctos en el reino de los cielos» y en 23:34 de escribas que anuncian el evangelio.

La mayoría de los escribas, incluidos los que aparecen en los Evangelios, eran funcionarios de nivel medio. Eran los agentes del gobierno central y probablemente desempeñaban diversos cargos burocráticos. Su posición les daba cierto poder e influencia, pero estaban subordinados y dependían de los sacerdotes y de las familias dirigentes de Jerusalén y de Herodes Antipas en Galilea durante la época de Jesús. […]

Los escribas de más alto nivel podían proceder de la clase gobernante o formar parte de ella. Los altos funcionarios y los consejeros gubernamentales, los que estaban en el centro del gobierno, habrían alcanzado gran influencia y cierto poder. También habrían sido responsables de llevar los registros centrales, de redactar la correspondencia internacional y de educar a los sucesores con talento.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part III, Ch. 11, 274-275. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

Maestros de la Ley

Los escribas aparecen en los evangelios asociados a la enseñanza de doctrina religiosa (Mc 1:22, 12:28.32; Mt 7:29) y a la interpretación de la ley y los profetas (Mc 2:7, 9:11, 12:35; Mt 9:4, 17:10, 22:35). Esta última función se destaca en Mateo 22:35, pasaje paralelo de Marcos 12:28, donde se utiliza el término νομικὸς (nomikós), que quiere decir «versado en la ley».

Por su parte, Lucas 5:17, pasaje paralelo de Mc 2:6, utiliza νομοδιδάσκαλοι (nomosdidáskaloi), que quiere decir «maestro de la ley» para referirse a los escribas. El mismo término es aplicado por Lucas al fariseo Gamaliel en Hechos 5:34. Gamaliel era miembro del Sanedrín, por lo que es posible que la denominación de maestro o doctor de la ley se aplicara especialmente a aquellos que tenían la potestad de juzgar. La narración del niño Jesús hallado en el Templo (Lc 2:46) utiliza un término similar, διδασκάλων (didaskálōn), aunque posiblemente en referencia a los escribas levitas que enseñaban en el Templo.

En Israel, un escriba parece haber sido considerado un experto en la ley de Moisés. Esta asociación entre el escriba y las leyes no parece haber sido destacada en otros lugares, como en Egipto, donde se consideraba a los escribas expertos en astronomía, presagios y distintas actividades religiosas.

En la literatura judía, Ben Sirá refleja la asociación estrecha de un escriba israelita y el dominio de la ley. En el capítulo 39, alaba las virtudes de aquel que se dedica a estudiar la Ley del Altísimo y a escudriñar la sabiduría de los antiguos.

Conserva en su memoria las palabras de los hombres célebres y penetra las riquezas de sus máximas; busca el sentido oculto de los proverbios y se interesa en los enigmas de las parábolas. Se pone al servicio de los grandes y se lo ve en medio de los jefes. Viaja por los países extranjeros y tiene la experiencia de lo que es bueno o malo para los hombres. Desde temprano se dedica a encontrar al Señor que lo creó, implora en presencia del Altísimo; abre su boca para orar y suplicar por sus pecados.

Si el Señor sublime lo ha decidido así, lo llenará del espíritu de inteligencia. Entonces entregará, como una lluvia, palabras de sabiduría, y dará gracias al Señor en su oración. Penetrará en los planes de Dios y en el conocimiento: meditará los secretos del Señor. Comunicará las enseñanzas de su doctrina y se sentirá orgulloso de la Ley y de la Alianza del Señor.

Si 39:2-8

Los fariseos

Flavio Josefo nombra 6 veces a los fariseos en La guerra de los judíos y 9 veces en las Antigüedades Judías. Estas menciones se subordinan al objetivo general de su obra de presentar una historia judía centrada en acontecimientos de importancia social y política. Josefo adopta el punto de vista de las clases gobernantes, por lo que solamente trata al grupo de los fariseos en función del impacto que tuvieron en la gobernabilidad de la sociedad judía.

Entre los hechos políticos más destacados de los fariseos, Josefo señala los siguientes: el conflicto que tuvieron con Juan Hircano y la influencia social que adquirieron por aliarse a la reina Alejandra en el tiempo de los asmoneos; la alianza con la esposa de Feroras durante el reinado de Herodes; la fidelidad de los fariseos Samias y Polio al rey; la unión con otros líderes judíos para impedir el cese de los sacrificios en el Templo antes de la guerra con Roma. Josefo también cuenta, en su autobiografía Vida, que una delegación de fariseos fue enviada para removerlo del mando en Galilea en vísperas de la revuelta a pedido de Simeón ben Gamaliel, un fariseo influyente.

Los fariseos buscaban convertir su visión del judaísmo en un código de comportamiento moral y legal. Eran un grupo de interés político y, como tal, competían por la construcción de vínculos comunitarios basados en su visión y por la adquisición de honor y poder en la sociedad. En el tiempo de la reina Alejandra, llegaron a gobernar efectivamente sobre la sociedad. En los tiempos de Jesús, eran probablemente uno entre varios grupos que competían por influir sobre el pueblo.

La asociación de fariseos funcionó probablemente como una organización de movimiento social que buscaba cambiar la sociedad. La situación social, política y económica de los judíos palestinos sufrió una serie de convulsiones en la época grecorromana que exigieron la adaptación de las costumbres judías y una reinterpretación de la identidad judía forjada por la tradición bíblica. Además, los asmoneos y la clase gobernante transformaron Israel en un pequeño reino helenístico militarmente activo y se hicieron con el control de los recursos políticos y económicos para controlar la sociedad. Los fariseos probablemente buscaban un nuevo compromiso comunitario con una estricta forma de vida judía basada en la adhesión a la alianza.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part III, Ch. 12, 281-282. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

Posición social de los fariseos

No existen registros confiables sobre el modo de subsistencia de los fariseos. A partir de textos talmúdicos, se ha planteado que acompañaban su trabajo con la actividad artesanal, de la misma forma en que el apóstol Pablo se dedicaba a la fabricación de tiendas (Hch 18:3). Si bien es posible que hayan subsistido de esta forma, varios académicos objetan que el oficio artesanal no les habría permitido recibir una educación muy extensa.

Saldarini ubica a los fariseos mayormente en la clase social de los servidores, un movimiento de personas alfabetizadas que dependían de la clase gobernante y que, a veces, podían acceder a formar parte de ella. Su movimiento tenía un programa para la sociedad judía y buscaba influir en su modo de vida. El autor propone que podrían haber obtenido su sustento de las mismas clases gobernantes, especialmente de los sacerdotes del Templo, en el caso de los fariseos de Judea, o de altos funcionarios herodianos, en el caso de los pocos fariseos que parecen haberse instalado en Galilea.

Aunque algunos fariseos formaban parte de la clase gobernante, la mayoría eran funcionarios subordinados, burócratas, jueces y educadores. […]

Cuando se presentaba la oportunidad, buscaban el poder sobre la sociedad. Esto significa que su organización no puede ser vista como una comunidad de tipo monástico o una secta retraída que exige un compromiso primario y total de cada miembro. Lo más probable es que los fariseos estuvieran unidos por ciertas creencias y prácticas … y por el empeño en influir en el cambio social.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part III, Ch. 12, 284. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

Se desconoce el proceso por el cual una persona adhería al movimiento fariseo. Aunque es posible que haya existido algún tipo de formación inicial, las fuentes no aportan información segura. En Hechos 22:3, Lucas hace afirmar a Pablo que estudió la doctrina farisea bajo la dirección de Gamaliel.

Un miembro del fariseísmo no estaba obligado a abandonar sus posesiones ni a su familia, no llevaba un tipo de vida alejado de la comunidad, sino que buscaba implementar esta filosofía en su vida cotidiana.

El fariseísmo como escuela de pensamiento

Flavio Josefo caracteriza al fariseísmo como una de las tres αἱρέσεις (haireseis) del judaísmo. Este término hace referencia a una facción o escuela de pensamiento. En el caso de los fariseos, su significado se asemeja al de una filosofía.

La filosofía de los fariseos retomaba las regulaciones sacerdotales del judaísmo defendidas por Esdras y Nehemías en el período de la restauración post-exílica, pero las hacía extensivas a todo el pueblo. Las antiguas leyes sacerdotales relativas a la pureza, alimentación y el matrimonio fueron adaptadas por este grupo social para proponer un modelo de vida a toda la sociedad judía.

En el Libro XVIII de las Antigüedades, Josefo afirma que los fariseos llevaban una vida sin comodidades y se guiaban por aquellos principios que la razón les indicaba como buenos. La importancia concedida a Dios y al Destino, no les impedía considerar una dimensión moral en las acciones humanas, ya que creían que Dios había dispuesto que la voluntad de los hombres procediera con virtud o maldad. En su autobiografía (Vida II.12), Josefo afirma que la filosofía de los fariseos tiene varios puntos en común con la de los estoicos.

…los fariseos, que tienen fama de interpretar las leyes con rigor y que son los que dirigen la secta más importante, todo lo atribuyen al Destino y a Dios. Sin embargo, para ellos el obrar con justicia o sin ella depende en gran medida del hombre, aunque el Destino interviene también en cada caso. Afirman que toda alma es incorruptible y que sólo la de los seres buenos pasa a otro cuerpo, mientras que la de los malos sufre un castigo eterno.

JOSEFO, L., & de los Judíos, G. Libros I-III. Traducción y notas de Jesús María Nieto Ibáñez, Biblioteca Básica Gredos, Libro II.162-163.

El aspecto más importante en la enseñanza de los fariseos era la inmortalidad del alma y los premios y castigos que correspondían al morir según el actuar virtuoso o malvado. Las almas virtuosas serían recompensadas con la resurrección y las perversas con la prisión eterna. Estas ideas, según Josefo, otorgaban a los fariseos una gran influencia sobre los actos rituales inherentes a las oraciones y los sacrificios, así como sobre la vida de las personas.

Los saduceos

Las referencias a los saduceos presentes en el Nuevo Testamento, las obras de Josefo y la literatura rabínica son escasas y fragmentarias. A partir de las fuentes antiguas, no es posible determinar de manera fidedigna cómo se organizaba esta escuela de pensamiento.

Josefo describe a los saduceos únicamente en contraste a los fariseos y esenios, el Nuevo Testamento los describe como oponentes políticos de Jesús y la literatura rabínica como oponentes de los sabios antiguos e incluso herejes. Ninguna fuente describe a este grupo por sí mismo, sino siempre en el marco de una diferenciación con otros grupos.

Josefo dice que los saduceos provenían de la clase gobernante, lo que ha llevado a interpretar erróneamente que toda la clase gobernante era saducea. Es posible que únicamente una parte de los sacerdotes jefes y líderes de Jerusalén perteneciera o adhiriera ideológicamente a esta escuela de pensamiento, que Josefo ubica entre las principales del judaísmo.

En general, la idea transmitida en los textos antiguos es que los saduceos tenían un pensamiento conservador, perpetuador de las antiguas tradiciones judías. Como conservadores, habrían buscado mantener una separación entre las exigencias destinadas a los sacerdotes y las destinadas al pueblo, lo que los habría ubicado como adversarios ideológicos del reformismo de los fariseos.

Si los saduceos procedían principalmente de la clase gobernante y los aristócratas de Jerusalén, como sugieren Josefo y sus intérpretes, entonces los saduceos pueden haber sido un movimiento que reaccionaba contra las tendencias asimilacionistas de algunos líderes. El equilibrio entre acomodarse a una potencia extranjera y proteger una tradición cultural es difícil de mantener, si no imposible, y es probable que los desacuerdos en la clase gobernante dieran lugar a grupos y movimientos con diferentes concepciones del judaísmo. Tal y como Josefo los describe, los saduceos tenían un cuerpo de enseñanzas y un modo de vida que era intensamente judío pero diferente del de los fariseos y esenios.

Saldarini, A. J. (2001). Pharisees, Scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach, Part III, Ch. 13, 302-303. Wm. B. Eerdmans Publishing. (traducción nuestra del inglés)

La filosofía de los saduceos

No es posible conocer con seguridad en qué consistía la doctrina de los saduceos, aunque algunas de sus ideas se han conservado en los escritos de Josefo y en el Nuevo Testamento.

Marcos 12:18 dice que los saduceos no creían en la resurrección, idea que el apóstol Pablo utilizó a su favor al comparecer ante el Sanedrín.

Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, discípulo de fariseos; y me juzgan porque tengo esperanza en la resurrección de los muertos». Cuando dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió. (Es que los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos profesan todo eso).

Hechos 23:6-8

Según Flavio Josefo (Antigüedades XVIII.16-17), los saduceos enseñaban que las almas se desintegran junto con el cuerpo al morir. Su filosofía se centraba en el cumplimiento de las leyes y en la virtud de la discusión de las enseñanzas de otros maestros.

Esta doctrina es admitida por pocos hombres, aunque estos pocos son los que ocupan los puestos principales, pero sin que ellos la pongan en práctica en absoluto (hablando en términos generales), ya que, cuando pasan a ocupar alguna magistratura, se resignan, en contra de su voluntad y a la fuerza, a seguir las directrices de lo que enseña la doctrina de los fariseos, y eso porque el pueblo no les consentiría ningún otro proceder.

Flavio Josefo. Antigüedades Judías, Libro XVIII.17, p.1081 . Edición de José Vara Donado.

En La Guerra de los Judíos (libro II.164-166), Josefo destaca que los saduceos rechazaban la idea de destino y sostenían que el bien y el mal dependían de la elección de los hombres, quienes obraban según su propia voluntad. Al no creer en la inmortalidad del alma, tampoco aceptaban la idea de premios o castigos después de la muerte. El historiador concluye insinuando que las ideas saduceas los llevaban a comportarse de manera tosca e irrespetuosa entre ellos mismos.

Jesús el Maestro

Jesús se bautizó en el río Jordán con Juan el Bautista para dar inicio a su ministerio público. Entre los discípulos del Bautista, halló a sus primeros discípulos. El evangelio de Juan cuenta que Andrés fue uno de los dos primeros en seguirlo (Jn 1:35-40). Los evangelios sinópticos coinciden en que sus primeros seguidores fueron Andrés, Simón, Santiago y Juan (Mc 1:16-20; Mt 4:18-22; Lc 5:1-11), a quienes llamó diciendo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres» (Mc 1:17).

La actividad pesquera en el ministerio de Jesús

Jesús centró su prédica en ciudades donde la actividad pesquera era importante. Fue en Cafarnaúm donde Andrés, Pedro, Santiago y Juan decidieron dejarlo todo y seguirlo. En la misma localidad, la suegra de Pedro y el recaudador de impuestos Leví se unieron a su movimiento. Lo perseguían las muchedumbres de Cafarnaúm, Tiro y Sidón, liberó a un endemoniado en Gerasa y posiblemente conoció a María Magdalena en la ciudad de Magdala. El apócrifo Evangelio de los ebionitas mencionaba que a orillas del lago de Tiberíades (lago Genesaret) Jesús también llamó a Felipe, Bartolomé, Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote.

Kenneth C. Hanson armó un catálogo con los pasajes relativos a la actividad pesquera de la tradición sinóptica, joánica y extra-canónica.

Jesús construyó su movimiento a partir de la actividad pesquera. Esta fue una característica diferencial con respecto a fariseos y saduceos.
Jesús construyó su movimiento a partir de la actividad pesquera. Esta fue una característica diferencial con respecto a fariseos y saduceos. Catálogo adaptado de: Hanson, K. C. (1997). The Galilean fishing economy and the Jesus tradition. Biblical Theology Bulletin, 27(3), 99-111. (traducción nuestra del inglés). (Descargar recurso en PDF)

A través de las redes sociales constituidas en torno a la actividad pesquera, Jesús fue ganando honor y autoridad como maestro. Su prédica en las sinagogas y en las costas de Galilea lo llevó a ser el pastor de muchas ovejas, lo que inevitablemente provocó numerosas confrontaciones con otros líderes religiosos del pueblo respaldados por una amplia tradición. En el corto tiempo que duró su ministerio, Jesús generó un creciente malestar político que lo llevaría a comparecer, acusado por la clase gobernante de Jerusalén, ante el prefecto romano Poncio Pilatos.

Oposición de los escribas a la autoridad de Jesús

Los escribas aparecen en los evangelios cuestionando la autoridad de Jesús para realizar exorcismos y perdonar los pecados. En ocasión de la curación del paralítico de Cafarnaúm (Mc 1:2-12; Mt 9:1-8; Lc 5:17-26), los escribas consideraban que Jesús blasfemaba al pronunciar el perdón de sus pecados. Estos funcionarios cuestionaban que Jesús tuviera autoridad divina para conceder dicho perdón. Marcos hace mención a la postura de unos escribas que habían sido enviados desde Jerusalén hacia Cafarnaúm. Ellos sostenían que Jesús realizaba exorcismos por el poder del príncipe de los demonios (Mc 3:22). El evangelista muestra un enfrentamiento progresivo de Jesús con los escribas, a quienes llega a criticar duramente.

Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Ésos tendrán una sentencia más rigurosa».

Mc 12:38-40

Al leer el evangelio de Marcos, se tiene la impresión de que los escribas funcionan como un grupo homogéneo, tal vez porque el autor está interesado en destacar su oposición a Jesús. Sin embargo, hay que tener en cuenta que un escriba ejercía un oficio y no adhería específicamente a una escuela determinada de pensamiento. En el mismo evangelio, los escribas de los fariseos (Mc 2:16) se muestran más preocupados porque Jesús come y bebe con publicanos y pecadores, un planteo típicamente fariseo, que por dirimir cuestiones de autoridad.

Los escribas eran un sector social heterogéneo y sus actividades tenían lugar en distintas organizaciones de la sociedad. Ya hemos indicado que Mateo 13:52 y 23:34 parecen implicar que las comunidades cristianas primitivas contaban con sus propios escribas. Por este motivo, es posible que los evangelistas posteriores a Marcos prefirieran reducir la presencia de estos funcionarios en sus textos.

Pureza ritual, diezmos y observancia del shabat

La pureza ritual, los diezmos y la observancia del shabat parecen haber sido las preocupaciones centrales de los fariseos durante la época del ministerio de Jesús. Sus posiciones en estos temas los diferenciaban de otros grupos y eran la clave de la construcción de sus relaciones comunitarias y sus criterios de reconocimiento social.

Los evangelios muestran a Jesús discutiendo con los fariseos sobre su modo de concebir estas reglas y, por lo tanto, cuestionando su legitimidad como líderes del pueblo.

  • El cumplimiento del ayuno (Mc 2:18; Mt 9:14; Lc 5:33). Algunos cuestionaban a Jesús porque sus propios discípulos no ayunaban, a diferencia de los discípulos de los fariseos. Jesús enseñaba que su presencia en el mundo era un motivo para no ayunar. Sus discípulos ayunarían cuando él ya no estuviera (Mc 2:19-20).
  • El cumplimiento del Shabat (Mc 2:24; Mt 12:2, Lc 6:2). Al ver a los discípulos arrancar espigas de trigo, los fariseos reprocharon a Jesús que no respetaba el shabat. El mismo reproche le fue dirigido en ocasión de la sanación del hombre de la mano seca en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 3:1-6; Mt 12:9-4; Lc 6:6-11).
    Jesús enseñaba que el Shabat había sido hecho para el hombre y no el hombre para el Shabat (Mc 2:27). Es posible que esta relativización del Shabat haya sido la base sobre la cual el Concilio de Jerusalén decidió no imponerlo a los gentiles (Hch 15; Col 2:16).
  • La concepción del matrimonio (Mc 10:1-11; Mt 19:3-12). Jesús predicaba un matrimonio más exigente que el de la ley de Moisés. Los fariseos admitían el divorcio, pero Jesús alegaba que el hombre no debe separar lo que Dios une (Mc 10:9; Mt 19:6).
  • La pureza ritual (Mc 7:1-5; Mt 15:1-2). En la concepción farisea, debía realizarse una purificación ritual antes de compartir la mesa. Los discípulos de Jesús no respetaban esta regla, lo que escandalizaba a los fariseos. Tampoco se podía compartir la mesa con personas consideradas impuras, ya que esto significaba una contaminación ritual. Por esto, los fariseos también se escandalizaban al ver que Jesús compartía la mesa con publicanos y pecadores (Mc 2:16; Mt 9:11; Lc 5:30). Jesús respondía a estas críticas afirmando que no son los sanos quienes necesitan un médico, sino los enfermos (Mc 2:17; Mt 9:12).
  • La honra de padre y madre (Mc 7:9-13; Mt 15:3-6). Jesús acusó a los fariseos de admitir una excepción al mandamiento de honrar al padre y a la madre: «Pero vosotros decís que si uno dice a su padre o a su madre ‘Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korban -es decir, ofrenda-‘, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre» (7:11-12). El corbán era la ofrenda para Dios. Si un judío declaraba corbán a su patrimonio, según la interpretación farisea, ya no podía ayudar a su padre y a su madre durante su vejez con recursos económicos. Para Jesús, eso era una violación muy grave de la voluntad de Dios.
  • El diezmo (Mt 23:23; Lc 11:42). Jesús llamaba hipócritas a los fariseos por dar diezmo de la menta, el eneldo y el comino (y de toda hortaliza agrega Lucas), mientras olvidaban lo más importante de la ley: justicia, misericordia y fe. Los judíos no estaban obligados a diezmar por todos sus productos, pero los fariseos diezmaban de más en favor del Señor (la parábola de Lucas 18:12 incluye a un fariseo que da diezmo de todo lo que gana). Pero este exceso de celo por el diezmo escondía la pérdida de perspectiva sobre el sentido divino de la Ley.

La relación de Jesús con los fariseos fue compleja. En Galilea, Marcos habla de un complot con los herodianos para matarlo (Mc 3:6). Fariseos y herodianos intentaron tenderle una trampa en Jerusalén, preguntando por la licitud de dar el tributo al César (Mc 12:13-17). Los fariseos cuestionaban la autoridad de Jesús, llegando a pedirle una señal que la respaldara (Mc 8:11; Mt 16:1). Sin embargo, Lucas agrega que los fariseos también advirtieron a Jesús del peligro que corría frente a los herodianos (Lc 13:31).

Parece haber existido algún reconocimiento de Jesús como maestro por parte de los fariseos, aunque no siempre con sinceridad. Lucas cuenta cómo Simón, un fariseo de Cafarnaúm, lo invitó a un banquete (Lc 7:36-50). Por las características del relato, se trataba de un banquete público en el que se discutirían cuestiones doctrinales. Aunque Jesús asistió en calidad de maestro, el anfitrión no lo recibió de la manera en que la costumbre social indicaba recibir a los invitados.

La descortesía del fariseo Simón

El sacerdote inglés Henry Baker Tristram, en su libro Eastern customs in Bible lands, explica el contexto cultural de la cena de Jesús con el fariseo Simón. En Oriente, existe una tradición milenaria de organizar veladas públicas para discutir ciertos temas ante el pueblo. En la historia de Lucas, es en una velada de este tipo en la que el fariseo Simón se muestra descortés con Jesús.

En el centro de la sala se coloca una mesa larga y baja o, más a menudo, simplemente los grandes platos de madera, y a ambos lados sofás bajos en los que los invitados, colocados por orden según su rango, se reclinan, apoyándose en su codo izquierdo, con los pies vueltos hacia fuera de la mesa. Al entrar, todo el mundo se quita las sandalias o calzado y las deja en la puerta, sin calcetines ni medias. Los sirvientes se colocan detrás de los sofás y, colocando una palangana ancha y poco profunda en el suelo, vierten agua sobre los pies de los invitados. Omitir esta cortesía sería dar a entender que el visitante es de rango muy inferior.

Podemos comprender fácilmente el lujo que esto supone para un huésped sucio por el viaje, que ha caminado sobre la arena caliente de un camino sirio en verano. Detrás de los sirvientes se amontonan los haraganes del pueblo, sin que se piense que molestan.

Tristram, H. B. (1894). Eastern customs in Bible lands, 36. Hodder and Stoughton. (traducción nuestra del inglés)

Las omisiones de Simón

Después, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha humedecido mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus numerosos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra».

Lc 7: 44-47

La mujer que besa y unge los pies de Jesús es señalada como una pecadora conocida en el pueblo (7:37). Ella, como espectadora del pueblo, estaba ubicada detrás de Jesús, es decir, del lado de sus pies. Al ver el destrato que Jesús sufre por parte del anfitrión, interviene en la mesa para darle todos los honores que el maestro merece.

Al omitir el agua para los pies y el beso, Simón indicó a Jesús que no lo consideraba entre sus pares, aunque se viera obligado a reconocer que se trataba de un maestro (7:40).

La costumbre de ungir la cabeza ya no existía en el tiempo de Tristram, pero es posible que se aplicara a invitados de honor. La mujer pecadora no se atreve a ungir la cabeza de Jesús, sino que reconoce la grandeza del maestro ungiendo sus pies. Simón observa la escena pensando que Jesús no se da cuenta de la impureza que puede transmitirle la mujer que lo está tocando, lo que lo convierte, a su entender, en un falso profeta.

Al darse cuenta de los pensamientos de Simón, Jesús se dirige a él utilizando una expresión que se emplea cuando se va a decir algo que el oyente no quiere oír: «Simón, tengo algo que decirte» (7:40). En este contexto, le dirige la parábola de los dos deudores.

La parábola dirigida a Simón

Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?

Lc 7:41-42

Kenneth E. Bailey, en su obra Las parábolas de Lucas, destaca el sentido que sugiere la estructura de la parábola dirigida a Simón. Ambos deudores tienen una necesidad a la que no pueden hacer frente: devolver el dinero que recibieron de un prestamista. El prestamista concede la misma gracia a los dos. En el medio del relato, se destaca la única diferencia entre los deudores: uno debía mucho y el otro, poco.

Siguiendo a Matthew Black, Bailey supone que Jesús hace un juego de palabras en arameo con los términos ‘mujer pecadora’ (hayyabhta), ‘prestamista’ (mar hobha), ‘deudor’ (bar hobha o hayyabh), ‘pecado’ (hobha) y ‘amar’ (habbebh o ahebh).

En arameo, la palabra hobha significa tanto deuda como pecado. Podemos verlo también en las dos versiones del Padrenuestro (Mt 6:13; Lc 11:4) y en la parábola de Pilato y de la torre (Lc 13:2, 4). Jesús usa este juego de palabras para comparar y establecer un contraste entre, de un lado, la mujer pecadora (hayyabhta) y su pecado (hobha) y, al otro lado, Simón, que está en deuda (bar hobha) con la sociedad y no ha sabido amar (habbebh). Esta comparación (ambos son pecadores) y contraste (la una ama, el otro no) se convierte en el centro del diálogo.

Bailey, K. E. (2013). Las parábolas de Lucas: Un acercamiento literario a través de la mirada de los campesinos de Oriente Medio, 58. Vida.

Esta tensa interacción de Jesús con Simón muestra cómo podría haber sido el modo en que Jesús discutía generalmente con los fariseos en los distintos ámbitos en los que entraban en competencia. Las relaciones no fueron siempre de confrontación, muchas veces fueron de acuerdo. Sabemos, por Hechos de los Apóstoles, que algunos fariseos sintieron un mayor respeto por Jesús o sus discípulos y pasaron a formar parte de la primera iglesia cristiana (Hch 15:5).

Jesús ante la clase dirigente

La clase dirigente judía adquiere un protagonismo mayor en los relatos de la Pasión y Crucifixión de Cristo. Sacerdotes, saduceos, ancianos y escribas aparecen como los oponentes que juzgan la enseñanza de Jesús y lo entregan para ser procesado por las autoridades romanas.

Los evangelistas muestran pocas interacciones de Jesús con la clase dirigente durante su ministerio. En Galilea, los herodianos complotan para matarlo (Mc 3:6) y, en Jerusalén, los saduceos aparecen cuestionando su enseñanza de la resurrección.

Jesús les contestó: «¿No creéis que estáis en un error, precisamente por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».

Mc 12:24-27

En el evangelio de Mateo, Jesús advierte a sus seguidores que se cuiden de la doctrina de los saduceos (3:7; 16: 6, 11, 12). El evangelio de Lucas nombra a los saduceos en el pasaje paralelo de Marcos 12:24-27, relativo a la resurrección de los muertos. En Hechos de los Apóstoles se caracterizan por no creer en la resurrección y por formar parte del círculo cercano al Sumo Sacerdote (Hch 4:1; 5:17; 23:6-8). Como miembros del poder, algunos saduceos participaron en el apresamiento y entrega de Jesús a las autoridades romanas.

Palabras finales

La sociedad judía del siglo I se caracterizó por una compleja relación de grupos y sectores sociales con objetivos políticos y religiosos diferentes. Los escribas, fariseos y saduceos adquirieron relevancia para los evangelistas a causa del tipo de interacciones que tuvieron con Jesús.

Hemos basado gran parte de esta publicación en las investigaciones de Saldarini, cuya riqueza de contenido apenas podemos reflejar. Aconsejamos al lector que desee profundizar en el tema leer su libro Pharisees, Scribes, and Sadducees in Palestinian Society.

1 comentario en “Escribas, fariseos, saduceos y Jesús el Maestro”

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